El 15 de febrero de 2019, tras la imposibilidad de sacar adelante los presupuestos para ese año por la negativa de ERC, Pedro Sánchez convocó elecciones para el 28 de abril. 327 días y una nueva convocatoria de elecciones después, ayer, día 7 de enero, se conformó el primer gobierno de coalición de la época postdictadura y que ha mostrado la dificultad para que el PSOE se posicione realmente en la izquierda política. Sobre lo ocurrido en este casi año, ya se ha escrito todo y es momento de mirar al futuro.
La inmensa mayoría de la sociedad española, requiere mirar a un futuro que es, en realidad, el presente urgente. En este país que tanto parecen amar (al menos de boquilla) los que han gobernado en los último años, hay más de 600.000 hogares en los que no entra ningún ingreso, aunque, eso sí, hay 2.000 personas que tienen más de 40 millones de euros de patrimonio. Unos datos que, en 2018, aumentaron en un 4%. Este informe de Oxfam también constata que el 1% más rico en España tiene 3,4 veces más que el 50% más pobre. Son datos que podemos comprobar mirando a nuestro alrededor. Según el Instituto Nacional de Estadística, en su último informe referido a 2018, una de cada cinco personas de nuestro país está bajo el umbral de la pobreza porque no ingresa más de 8.871€ al año. El dato afectaba al 26,2% de los menores de 16 años. Esa situación se agrava aún más en nuestra Andalucía, ya llevada al abismo durante décadas por el PSOE más rancio, y que el “trifachito” está afianzando y ampliando. Las tasas de paro, la profunda precariedad del empleo existente, el repunte de los desahucios, los precios desorbitados de suministros básicos, las leyes laborales crueles e injustas, la persecución policial y judicial a los movimientos sociales por la Ley Mordaza, los infinitos recortes en educación y sanidad públicas (incluida la ayuda a la dependencia), el terrorismo machista, la inminente catástrofe ambiental provocada, con una aportación importantísima de España, por el consumo desaforado y la agresión al planeta, …
Con unos presupuestos de Cristóbal Montoro prorrogados y con las leyes del mercado y de la globalización dejándoles manga ancha para la evasión de impuestos y para eludir responsabilidades laborales, los grandes capitales no eran, precisamente, los más afectados por la falta de unas nuevas cuentas que, es de suponer, han de hacer un giro inmediato hacia la inmensa mayoría de la población, hacia la redistribución de la riqueza y hacia la justicia social. Desde hoy, tenemos la esperanza de que así sea. El autoproclamado “gobierno de coalición de progreso” ha de empezar inmediatamente a revertir la grave situación por la que pasa el país, fruto de una crisis-estafa de la que han salido fortalecidos, en dividendos y prebendas, los que la provocaron. Todo un ejemplo de lo que supone el capitalismo global imperante.
Es cierto que la situación de pérdida de derechos y de calidad de vida es tan grande que el listón no está demasiado alto. Reivindicaciones que hace diez años eran prioritarias se antojan hoy, desgraciadamente, lujos asiáticos. Habrá que empezar por destruir la barbarie para ir edificando. Toca, pues, ser consciente de varias cosas que harán muy complicada la consecución de los objetivos aquí planteados:
- A la debilidad parlamentaria del gobierno sólo puede ayudarle la implicación de sociedad civil. Y para ello, los movimientos sociales que llevan todo este tiempo luchando en la calle han de sentirse representados en las instituciones. Su misión será no bajar el pistón ni un solo milímetro, aunque con la convicción de que la empresa no supondrá llegar a los máximos y que harán falta movilizaciones para que se puedan doblegar a los poderes fácticos, políticos, mediáticos y religiosos.
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El problema catalán ha de ser prioridad (y, hasta el momento, así lo está pareciendo ser) Calmar la tensión fabricada por PP, C’s y VOX a base de intolerancia, violencia y represión supondría quitar un argumento de división que las derechas nacionalistas, de ambos lados, buscan para hacer olvidar cuáles son los problemas reales de la gente. La búsqueda dialogada de una solución nos haría volver a una situación de normalidad democrática, que respete los sentimientos de todos y todas, ponga al pueblo como principal protagonista y se distancie de las “máximas” ficticias y antidemocráticas. Cualquier pueblo tiene derecho a decidir qué y cómo quiere organizarse. Y ojalá el pueblo catalán se sienta a gusto y quiera continuar luchando por la justicia social junto con el resto de los territorios y naciones del estado español.
- El gobierno ha de mostrar una cohesión total, transmitir firmeza y confianza, de forma que no frustre ni desencante a sus apoyos y no abra, sin necesidad, más vías de difamación que las que vayan inventando los medios de difusión al servicio de los poderes fácticos, incluidas redes sociales. Desde ayer mismo ya se empiezan a buscar contradicciones, desencuentros y problemas donde no existen porque ni ha dado tiempo a que ocurran. Si algunos emplearon las cloacas del estado y de la comunicación contra Podemos, ¿qué no harán ahora que están en el gobierno?
- El nuevo gobierno ha de ser el que marque la agenda política y social, con una comunicación directa y a través de los medios muy transparente.
La actitud de la derecha ya estamos viendo cuál es:
- Uso mezquino, como ha sido habitual en la reciente historia, del dolor por la violencia para rentabilidad propia. De poco parece valerle que hoy haya en las instituciones personas que renunciaron y rechazaron la violencia de ETA, como se les pedía cuando la banda mataba. Cualquiera puede ser calificado de etarra o filoetarra. Incluso cualquier movilización por motivos laborales es buen motivo para calificar a sus protagonistas como terroristas. Todo ello con la cobertura ampliada en cantidad y tiempo de sus medios de difusión y redes sociales.
- Uso de la doble vara de medir. Mientras para la derecha la “limpieza ética y moral” pasa, no ya por renegar del terrorismo, sino por hacerlo cada día y hora que se le exija, ella no sólo no lo ha hecho aún del franquismo, ni hace nada por reparar la memoria de las personas asesinadas por él, sino que lo encumbran y amenazan con tomar represalias contra quienes piensan distinto. Se trata de aquello de honra infinita a mis muertos, desprecio y olvido para los de otros.
- Uso continuado de “enemigos fantasmas”. Una vez desaparecida ETA, tuvieron que buscar un nuevo falso enemigo contra el que poner a la población. Fue Cataluña, en 2006. Un Estatut votado por la población, por el Parlament y por el Parlamento, fue llevado ante la “propicia” justicia para hacer pasar el independentismo en Cataluña desde porcentajes irrisorios a casi la mitad de su población. Aún así, no tienen reparo en volver a sacar de donde no existe a ETA para sumarla a la tampoco existente violencia de la ciudadanía catalana para amedrentar con una división de España que sí han provocado la pobreza, la injusticia y la falta de derechos, frutos de las políticas que esa misma derecha y ultraderecha practican y defienden.Todo lo hasta aquí expresado tiene un único antídoto integral efectivo: la movilización social. Sólo mediante la presión continuada de la población se podrán conseguir los objetivos aquí planteados de justicia social, igualdad, democracia real, derechos sociales, conservación del medioambiente, y todas sus variantes y consecuencias, como lo ha venido haciendo durante la historia reciente de España. Fue la ciudadanía rebelde y luchadora la que propició la transición y los logros sociales que no tuvieron más remedio que incluir en la Constitución sus redactores. Fueron las movilizaciones a partir del 15M las que consiguieron parar desahucios, impugnar la política corrupta y acabar con el bipartidismo. Es la lucha feminista la que ha ido aglutinando apoyos y consiguiendo logros que no tienen vuelta atrás. Como lo ha hecho el movimiento LGTBI. O como está consiguiendo el movimiento ecologista, poco a poco, poner en primer plano de la agenda social la urgencia de detener el cambio climático. A pesar de todos los mensajes que se lanzan contra la movilización, la población ha de recordar que ha de ser ella la protagonista y causante real de los cambios y que el poder ha de ser el que obedezca sus objetivos, y no al revés. Sólo en esos momentos, la democracia es digna de llamarse así.
El nuevo gobierno de coalición además, ha de ser consciente de que es la última oportunidad antes de que la ultraderecha coja un largo mando desde el gobierno. O la gente siente en sus carnes que hay cambios reales a su favor, o lo siguiente será la apatía general que conducirá a la desmovilización en la calle y en las urnas. O la gente ve que empiezan a ser los ricos los que mantienen el sistema fiscal y no las clases trabajadoras solamente, o se decepcionará. O la gente ve que nuevas leyes laborales mitigan el paro, garantizan los derechos y aumentan el poder adquisitivo, o habrá frustración. O la gente ve cómo se invierte en sanidad y educación netamente públicas, o creerán que “todos son iguales”. O se consigue la separación de la justicia del resto de poderes, o no habrá forma de dar pasos adelante. O se termina la persecución contra la movilización y la impunidad policial, o la desazón caerá sobre la ilusión actual. Habrá que conseguir la igualdad entre hombres y mujeres y tomar las medidas, desde la educación temprana, para mitigar la violencia machista. Legislar para regular el precio de los alquileres de la vivienda. Y reponer la memoria de quienes fueron asesinados por otro terrorismo, el franquista, o se seguirá sintiendo que las heridas nunca se podrán cerrar a pesar de la paciencia infinita de los familiares de las víctimas. El nuevo gobierno debe tener en cuenta que, o se notan avances importantes en el sentido contrario al habitual, o la derecha ultra llegará a las instituciones y a la sociedad para quedarse muchos, demasiados años.
“Cuando los gobiernos temen a la gente, hay libertad. Cuando la gente teme al gobierno, hay tiranía”
Thomas Jefferson
Perfecto análisis. Gracias.