*Atención, este artículo contiene spoilers.
El cine -su imagen y su espectador- ha ido evolucionando con el paso de los años y es que no solo muere con la llegada de lo digital, sino que muere cuando se rompe el sistema semiótico, encontrándonos ante un cambio de paradigma técnico y artístico. Nuevas formas narrativas que nunca antes habían sido planteadas en el cine canónico, haciendo que se pierda su “esencia” -sustancia del ser y verdad-, diluyéndose poco a poco para redefinirse. A partir de los años sesenta la cultura pop, los masivos medios de comunicación y el consumismo han hecho que la ideología de la sociedad vaya cambiando y con ello su forma de ver y crear arte, entrando en la crisis que había sido la Modernidad y que dio paso en los años ochenta a la postmodernidad.
En este sentido, El año pasado en Marienbad es una obra fílmica a medio camino entre la realidad y el sueño, entre el recuerdo y el presente perpetuo. Una muestra de cine que es “justo una imagen”, un cine que va a romper con lo que se venía realizando no solo desde la propia reflexión de la obra sino desde la propia forma cinematográfica que es capaz de revelar un sinfín de significados diferentes, siendo así una obra que toma conciencia de su propia creación presentando una anti-narración planteada desde la discontinuidad espacio-temporal y la estructura ilógica, encontrando en la obra de Alain Resnais un supuesto de cine postmoderno adelantado.
Susan Sontag nos plantea que todas las fotografías y todas las obras fílmicas son memento mori ya que al hacer una fotografía participas de la mortalidad, vulnerabilidad, mutabilidad de otra persona o cosa, ya que congela un momento en concreto –con o sin tiempo-; pero, Ángel Quintana, por otro lado, nos dice que toda imagen analógica lleva implícito un sentimiento de duelo y propone una cierta idea de resurrección de lo ausente por lo que entre estos dos supuestos encontramos la obra de Resnais, ya que se vincula directamente, con el concepto de recuerdo y de memoria de un tiempo pasado, de un tiempo presente y de un posible futuro, todo ello plasmado en una no-historia que intercala el tiempo -y el espacio- de manera caótica para tratar de hacer comprender al personaje femenino, A (Delphine Seyrig), las diferentes capas de recuerdo.
La postmodernidad, partiendo de un pensamiento posthumanista va a plantear la realidad como algo construido que va a depender de cómo nosotros visualizamos o representamos, encontrando que la obra nunca va a estar cerrada, sino que va a contar con un carácter performativo. El cine ha tratado de plantearnos este pensamiento encontrándonos obras polifacéticas como Rashomon (Akiro Kurosawa, 1950), donde se nos planteaban múltiples opciones de realidades, todas ellas verdaderas según el punto de vista con el que se interpreten.
El cine es un ente creador debido a su imagen, ya que esta tiene consecuencias directas en la configuración de la realidad, al ser, desde nuestro punto de vista, uno de los aspectos más importantes -lo visual- para producir u alterar imágenes preconcebidas en el espectador, haciendo que este se sumerja en el mundo de la pantalla, acepte su pacto ficcional, se identifique con la historia o con los personajes e incluso, sea un habitante de la imagen. Es así como la realidad no solo es aquello que ya es, sino que, tal y como encontramos en El año pasado en Marienbad, la realidad también es aquello que no está acabado, aquello que está en proceso de ser y que, gracias al cine y al espectador activo, va a terminar de construirse. En este sentido, la obra de Resnais sería otra creadora de realidades infinitas, siendo el espectador el que concluya la obra, eso sí, no desde un final canónico como encontraríamos en el cine clásico. Y es que la evolución del filme está vinculada con lo ilógico de los sueños, y sigue caminos que no siempre llevan a alguna parte y que suelen acabar en un bucle de imágenes.
En el filme encontramos múltiples interpretaciones, siendo todas ellas posibles, pero, vamos a tratar de analizar la película desde el concepto de realidad donde el señor X (Giorgio Albertazzi) trata de imponer unos recuerdos -sus recuerdos y su verdad- a la señora A, haciéndole creer que vive en un mundo autómata y sin vida del que tiene que escapar con él, ya que se lo prometió. La lucha de este personaje por tratar de rescatar a la mujer -y que deje atrás al personaje M- hace que la realidad que en un primer momento se presentaba, se vaya alterando cada vez más, encontrándonos al “final” de la película con una realidad abierta donde el espectador tiene que ir uniendo hilos y acabar de cerrar la obra y el misterio que esta implica. Por tanto, a lo largo de toda la película, identificándonos con la señora A en ciertas ocasiones vamos a plantearnos ¿cuál es la verdad? O más bien ¿existe alguna verdad? Y es que, el laberinto mental y físico que encontramos en Marienbad va a crearnos un sinfín de posibilidades donde únicamente un espectador activo, va a ser el único que pueda encontrarle sentido para no perderse, componiendo y recomponiendo la historia.
El año pasado en Marienbad no solo no tiene un tiempo exacto y continuo, sino que mediante el presente perpetuo que podemos encontrar en obras como Waking Life (Richard Linklater, 2001), el futuro –flash-forward– y el pasado –flashback– se intercalan incluso con un posible futuro o condicional. Estas relaciones temporales hacen que los presentes se desmientan continuamente, lo cual nos vincula la obra con otras tan actuales como Dark (Baran bo Odar y Jantje Friese, 2017). Así, de igual manera, podemos interpretar que X viene del futuro -por lo que habla de su pasado- y que A aun en el presente, no ha vivido ese encuentro, sino que lo está viviendo ahora mismo, mientras se cuenta el relato. X mediante el uso de su memoria está alterando los recuerdos de A para explorar las capas del pasado, de la memoria de ambos personajes, ya que el único punto en común que tienen se vincula con ese supuesto encuentro.
Pero, el recuerdo de A no solo puede no estar al no haber sido vivido, sino que incluso puede ser un recuerdo perdido, ya que como podemos comprobar, los diferentes encuentros entre ambos personajes -A y X- no se presentan de manera lineal pero sí repetitiva, donde lo visual nos presenta un cambio físico -espacios y vestimentas- que poco a poco va a devenir en un cambio psicológico donde A parece que va recobrando vida y comienza a dejar de actuar como un autómata, como una sombra fantasmagórica, y trata de huir de ese bucle espacio-temporal en el que se encuentra. En este punto cabe destacar un aspecto importante dentro de la puesta en escena y es que, pese a que no sepamos cuando nos encontramos en el pasado o cuando en el presente, el vestuario del personaje femenino A suele ir alternándose entre blanco y negro, pudiendo encontrar en este concepto tan simple, la diferencia temporal a la que el espectador puede agarrarse para sus conjeturas.
Marienbad se construye sobre la memoria y sobre la forma que esta puede tomar; se nos presenta en un relato ambiguo que podemos categorizar como constituido de recuerdos -para X- o desprovisto de ellos -para A-, siendo así dos visiones muy diferentes, pero ambas reales. Esta representación de la memoria nos va a remitir a los diferentes rincones del recuerdo de X, ya sea por reiteración de los diálogos -sobre todo por las repetitivas respuestas de A-, de los espacios o de las acciones de los personajes. Es, por tanto, al final del filme donde vamos a comprender la insistencia del director de plasmar el recuerdo y de hacernos dudar en numerosas ocasiones de él, viendo una lógica casi ensayística que, como en Hiroshima mon amour (Alan Resnais, 1949), va a caracterizar esta confusión y ambigüedad de la Rive Gauche, encontrando en las imágenes ficcionales un objeto de estudio.
El espacio se nos muestra vacío de personajes la mayoría de veces -lo cual alude directamente al uso de la puesta en escena del director Michelangelo Antonioni y su vaciado de relato-. Asimismo, se nos presentan numerosos elementos que se pueden vincular al manierismo, siendo las escaleras y los espejos objetos importantes en la trama, ya que sirven tanto para mostrar el fuera de campo como para desdoblar o incluso triplicar a los personajes.
Cabe destacar que, pese a que Marienbad se nos presente como un espacio casi inverosímil donde nada parece real, ni la propia historia, el uso en ciertas ocasiones de un montaje realista mediante la profundidad de campo, hace que también se pueda vincular en cierto sentido a las corrientes realistas pero, de nuevo, Resnais nos crea una hibridación al plantearnos no solo esos travellings enunciadores, sino unas perspectivas forzadas y encuadres fragmentados -con corte a sangre-, unas miradas subjetivas o unos encuadres contrapicados que tratan de engañar la mirada del espectador, lo cual también se nos plasma en el propio diálogo: puertas de mentira, perspectivas trucadas, falsas salidas.
Resnais, utilizando la forma cinematográfica significante, la puesta en escena minuciosa, la repetición de planos, los travellings enunciadores y la rotura del eje espacio-tiempo, haciendo coincidir lo narrado por la voz en off con lo visual mostrado en pantalla -la mayoría de veces-, va a reflexionar sobre la memoria y la verdad, sobre el pasado de mármol, dejándonos perdernos en un Marienbad cargado de materialidad, ya sea solos o con X.
En El año pasado en Marienbad, es X el que conoció a A -y por tanto A no se acuerda o miente-, y es A la que no conoce a X -y por tanto X se equivoca o la engaña-; siendo así una historia que va a depender de la capa de la memoria o del recuerdo en el que nos encontremos pero siendo distintas formas de realidad que pese a que en un principio nos parezcan incompatibles pueden ser, dependiendo siempre del punto de vista del que sean tratadas como ya hemos señalado que ocurría con Rashomon. Lo real y lo imaginario se nos unen en Marienbad para olvidar la imagen-acción y centrarse en una imagen-tiempo y en una imagen-recuerdo donde las repeticiones, la ausencia de racords, el vagar de los personajes y el caos espacio-temporal va a mantener una realidad muy ambigua que va a contraponerse mediante el audiovisual donde imagen y sonido a veces no van a tener ningún vínculo más allá de su carácter para desmentir y donde el tiempo pasado y presente van a tomar mucha importancia.
0 comentarios