Los centros educativos públicos llevamos muchos meses trabajando bajo la inacción de una administración educativa que no ha hecho sino entorpecer, violentar y censurar el funcionamiento, ya de por sí bastante precario, de colegios e institutos andaluces.
Desde de los primeros meses de pandemia, supimos de primera mano que nuestra consejería, lejos de facilitarnos el trabajo y empatizar con docentes, familias y alumnado, en lugar de dar un paso al frente cuando más se la necesitó, acusó una y otra vez la táctica del avestruz, apelando frecuentemente a la cacareada coletilla “dentro de la autonomía de los centros educativos” para disimular su ineptitud y torpeza, escondiendo la cabeza cuando los tiempos eran duros y nuestras familias nos mostraban en primera persona, a aquellos que estamos en la primera línea del frente de batalla que se desarrolla en nuestros barrios, las miserias y precariedades que se escondían bajo la dermis de nuestra sociedad tras los primeros embistes del virus. Supimos entonces de su falta de empatía, de su arrogancia impertinente, de sus realidades paralelas solo entendidas en despachos sellados a cal y canto; supimos de la deslealtad para con los trabajadores/as a los que administra, para los ciudadanos/as a los que debe servir; supimos de sus ideas, ideología e intereses, y supimos que en nada se parecen a nuestras necesidades que como docentes, alumnos/as y familias de la Educación Pública (escribo en mayúsculas porque cualquier Servicio Público ha de ser mayúsculo) tenemos.
Y supimos entonces también que lo que estuviera por venir no iba a resultar fácil en cuanto a ayuda por su parte se tratara. Lejos de prevenirnos, instruirnos, ayudarnos, asesorarnos convenientemente, dotarnos de recursos materiales y de docentes; lejos de ponerse el mono de trabajo, bajar a la arena y remar codo con codo con la comunidad educativa, la Consejería de Educación ratificó de una manera lacerante sus prácticas nocivas. Y digo bien, nocivas. Porque un centro educativo no se organiza de un día para otro en circunstancias normales, y cuando de una situación tan excepcional se trata, la organización, el detalle, las horas de trabajo y el compromiso deben abundar generosamente. Lejos de esto, caos, desmentidos y mentidos, digos y diegos, hoy síes y mañana tal vez para pasado ser no; desórdenes y silencios, instrucciones a medias o a cuartas, debates y reflexiones ausentes, diálogos de la imposición y dentro de tu autonomía averíguate como puedas que si no me gusta te enteras porque esto es lo que hay.
Y así, llegamos a un septiembre en el que nada estaba preparado y, por más que los equipos directivos se afanaran en organizar, todo estaba desorganizado. Todo era caos porque adolecíamos de recursos, personal docente y sanitario, instrucciones claras y precisas y mecanismos eficaces que permitieran hacer realidad dos derechos fundamentales: el derecho a la SALUD y el derecho a la EDUCACIÓN.
Y para poder garantizar ambos derechos, nuestras necesidades eran y son elementales: necesitábamos más profesores/as, más recursos materiales, unas instrucciones realistas, coherentes y llegadas a tiempo, junto con una colaboración, que no un enfrentamiento contumaz y pérfido con sus señorías de despacho.
Pero todo ha sido un engaño, una farsa diseñada en los salones políticos para abandonar a su suerte a alumnado, familias y docentes, permitiendo y promocionando el caos, la inseguridad, las tensiones y la pauperización de una enseñanza, la Pública, que es la única garante de igualdad y calidad para todos/as. Mientras nos inciden una y otra vez en la importancia del distanciamiento físico, de las medidas higiénicas, de la limitación de aforo, la Consejería de Educación, con su consejero a la cabeza, el Sr. Imbroda, ha pretendido parchear la precaria situación de los centros públicos a través de una contratación extraordinaria que no supone ni el 5 por ciento de aumento. Esto es lo que hay, nos vinieron a decir, así que con ello, averiguaos la vida.
Y así estamos hoy, con aulas masificadas en las que no se respeta ni siquiera la ratio máxima legal de alumno/as por grupo; con situaciones esperpénticas como la de los supuestos grupos burbuja en donde el metro y medio de distancia se convierte en una variable política dúctil y maleable al capricho del virus; con protocolos que hoy dicen “a” donde mañana dirán “b”; con un servicio de inspección desquiciado que no sabe qué decir ni hacer y que cambia de impresiones al calor de las instrucciones que “de arriba” les llegan; y con una administración que torpedea, limita, constriñe, entorpece y asfixia a profesores/as y equipos directivos. Así estamos y así podemos decir que la administración no trabaja con nosotros/as, sino más bien contra nosotros/as.
Hasta aquí, por desgracia, nada nuevo. Pero lo ocurrido la semana pasada, lo que ha superado nuestra capacidad de asombro, que creíamos ya desbordada, ha sido el acuerdo que el pasado martes anunciaron a bombo y platillo tres sindicatos: CCOO, CSIF y ANPE. Como si de un acuerdo histórico se tratara, como si de unos compromisos excepcionales arrancados a la Consejería fuera, estas empresas sindicales airean la contratación de 1500 docentes extra, pretendiendo con ello dar a entender que se ayuda en algo para superar las realidades existentes. Si las cifras de contratación extra ya de por sí eran ridículas antes de este acuerdo/traición, ahora son insultantes. Tras un mes de curso lectivo en el que todas las costuras del sistema público educativo están saltando por los aires (solo hace falta darse una vuelta por el interior de un aula andaluza para saber lo que está ocurriendo), aquellos que se autodenominan representantes del profesorado y defensores de la educación acuden prestos a lavarle la cara a una administración miserable que está poniendo en grave riesgo la salud de millones de andaluces mientras arrasa un sistema público de enseñanza a golpe de conciertos privados.
Este acuerdo, lejos de ser el supuesto triunfo que estas empresas sindicales venden, es la enésima ratificación de cuán alejado está este modelo sindical de las realidades y necesidades de las que adolecemos, como trabajadores/as y ciudadanos/as.
Si ya era ofensivo el aumento de plazas docentes para disminuir ratios y minimizar el contacto físico en nuestros centros, en una comunidad con el tercer peor dato de España en cuanto a docentes por 100000 alumnos (74 frente al 91.5 de la media nacional) -solo superados en esta penosa lista por Aragón y Cataluña[1]– que la Consejería ofreció a los centros educativos públicos, y que ha supuesto la confirmación de que un año más alumnado y profesorado vive hacinado en las aulas públicas andaluzas, mientras que exponemos de forma gratuita la salud de las millones de personas que conviven en nuestra comunidad, el acuerdo alcanzado por estos tres sindicatos debe hacer sonrojar e indignarse hasta el último afiliado sindical que mañana acuda a un aula a desempeñar su trabajo como docente.
En una situación de masificación crónica, condimentada con una pandemia sanitaria en la que el distanciamiento físico se establece como la única garantía de salud que podemos establecer, en la que se debiera exigir a nuestra administración educativa un esfuerzo mucho mayor que ese 5 por ciento de aumento de plantilla, pues con este aumento, los centros educativos apenas han podido situar las ratios educativas por debajo del máximo legal, reproduciendo así un entorno escolar en el que las aulas sufren el mismo nivel de ocupación que otros años, y en las que los 1.5 metros encogen físicamente hasta las dimensiones habituales de hacinamiento, aparece este acuerdo vergonzoso que no pone sino paños calientes a la situación indigna por la que atravesamos.
Lejos de apostar por reducir las ratios educativas, una de las grandes demandas de docentes y familias desde hace tiempo, mucho más justificada esta medida ahora para impedir la propagación del virus y salvaguardar la salud de los andaluces, nuestra consejería y estos sus satélites sindicales, vuelven a optar por obviar el problema, de dimensiones todavía desconocidas, ofreciendo un acuerdo que supone un incremento de apenas 1500 docentes respecto al anterior; esto es, apenas otro 1.5 por ciento que no sirve absolutamente para nada, si tenemos en cuenta las necesidades más arriba expuestas. Un acuerdo que, tal y como reflejan los anuncios triunfales de estos sindicatos[2], servirá para permitir que no se sobrepase un límite legal ya existente, que no hacía falta reivindicar porque ya está exigido por ley, o mejor dicho, que debiera haberse defendido ante la justicia, pero que no servirá para reducir el límite real que tendríamos que tener para ejercer una práctica docente segura y de calidad.
Ante esto me pregunto, señores/as sindicalistas de CCOO, ANPE y CSIF, cómo, si ya eran conscientes de que desde el inicio de curso nuestra Consejería de Educación incumplía con una ley (orgánica) de carácter estatal, no denunciaron estos hechos en sede judicial; me pregunto entonces si actuaban en connivencia con la administración a sabiendas del incumplimiento legal que se estaba produciendo de forma consciente; me pregunto, cómo es posible que ignoren que este aumento es de una ridiculez extrema solo a la altura de lo hasta aquí hecho en Andalucía por nuestro gobierno en materia de educación, y que a ustedes los convierte también en ridículos títeres; me pregunto, señores sindicalistas, cómo pueden sacar pecho de “arrancar” por acuerdo lo que en rigor nos es por justicia legal; me pregunto con qué vergüenza abrazan este infame chanchullo mientras renuncian a la esencia de su razón de ser como sindicalistas, que es la defensa de la educación y sus trabajadores/as; les pregunto si han llegado a pisar un centro educativo, un aula, en este mes de clases, para estar orgullosos de este acuerdo; me pregunto si por vergüenza torera tendrán que esconder sus credenciales la próxima vez que lo hagan; les pregunto, me pregunto, les preguntamos quienes llevamos a nuestros hijos/as, quienes acudimos a nuestros puestos de trabajo, quienes tenemos familiares en situación de riesgo, quienes a fin de cuentas estamos ante el riesgo real que supone hoy un colegio o instituto, cómo es posible que os hayáis convertido en cómplices de este abandono que nos aboca a la incertidumbre diaria de la enfermedad; me pregunto, les pregunto, cómo no han puesto sus esfuerzos en movilizar, junto con el resto de sindicatos de enseñanza, a toda la comunidad educativa en su conjunto para denunciar el desamparo, la inseguridad, el hacinamiento, el incumplimiento de normativas en materia educativa, laboral y sanitaria, y todos los demás desmanes que hoy se están produciendo en nuestros centros educativos, en lugar de servir de manijeros del sr. Imbroda; me pregunto, les pregunto, a qué juegan ustedes, señores sindicalistas, de qué bando están, cuánto de sindicalistas, docentes y obreros les queda; me pregunto si no harían mejor en llamar traición a lo que tildan de acuerdo; me pregunto, cuán lejos se hallan ustedes…
[1] https://cadenaser.com/programa/2020/08/31/hoy_por_hoy/1598860950_195519.html
[2] https://www.feandalucia.ccoo.es/docuipdf.aspx?d=17412&s=
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