Según nuestro modelo de sociedad, cualquier actividad que realicemos, dentro del marco económico en el que vivimos la gran mayoría, tiene que ser productiva económicamente y, tiene que dar, por lo tanto, unos beneficios económicos a corto plazo.
¿Nuestros bosques forman parte de esta lógica mercantilista?
El ámbito rural y forestal están prácticamente desconectados en la mayor parte de la superficie de nuestro territorio geográfico, aun siendo en su mayor parte terrenos privados.
Una de las mejores maneras para impedir el rápido desarrollo de un incendio forestal es que la composición del paisaje cree un mosaico irregular de cultivos, franjas y zonas forestales y variedad de especies vegetales. Para que esto se produzca, las políticas forestales y agrícolas tienen que ir de la mano. Paisaje en mosaico, que se encuentra en gran cantidad de países de la Unión Europea, teniendo a priori bastante menos riesgo de incendios que en la Península Ibérica por haber menos representación de especies pirófitas, tener mayores regímenes pluviométricos y una orografía menos abrupta y escarpada.
Una de las ventajas que se podría encontrar en los monocultivos leñosos del olivo en Andalucía es, aparte de la singularidad del árbol en sí mismo, que estos campos difícilmente se quemarán. Cualquier superficie adehesada tiene menor riesgo de incendio que una superficie forestal en su estado actual. Entonces, ¿por qué no adehesamos o ajardinamos los bosques donde el terreno lo permita?
La forma de conseguir una superficie forestal adehesada partiría de tener un marco de plantación adaptado al porte de los árboles y el mantenimiento del sotobosque. El marco de plantación se gestiona a través de tratamientos silvícolas desde etapas tempranas, es decir, aclareos selectivos de pies en la fase juvenil de los árboles, acompañados con podas de formación, reduciendo gran parte de la biomasa desde el inicio. Y si llegamos tarde, como es el caso en la mayor parte de nuestros bosques, la inversión económica se dispara, porque las labores se complican debido a la gran densidad de pies arbóreos en estado adulto o maduro por hectárea, es decir, demasiada biomasa vegetal acumulada.
Quizás la pregunta debería ser ¿nos interesa tener bosques? En el estado que se encuentran la mayor parte, por la cantidad de biomasa seca y muerta acumulada, están listos por la alta representación de especies vegetales pirófitas, el escaso régimen pluviométrico y la orografía, a ser pasto incontrolado de las llamas. Seguramente la pregunta debería matizarse en, ¿nos interesa tener bosques, aunque no se obtenga un beneficio únicamente económico a corto plazo?
España en puntos localizados es verde y su diversidad en especies vegetales y animales está muy por encima del resto de países europeos. Pero no nos engañemos, cuando viajamos por nuestro territorio nacional, especialmente Alicante, Extremadura y Andalucía, el color dominante es el marrón o pardo marrón. No es tan diferente de nuestro cercano vecino, Marruecos, donde el desierto está omnipresente, si bien tiene formaciones vegetales de porte arbóreo de ensueño.
No solamente deberíamos tener una política más agresiva en repoblaciones o replantaciones de especies vegetales, también en los entornos más cercanos a las ciudades, priorizando un modelo de árbol en su porte natural y poniendo todos los medios para que cumpla todas sus etapas de desarrollo hasta la senescencia, sino también unos políticos valientes que inviertan en la gestión de los bosques, creando puestos de trabajo en el medio rural y forestal, en la tan nombrada España vaciada, y donde el beneficio económico a corto plazo no prime sobre los beneficios ecológicos que a largo plazo toda la sociedad actual y futuras generaciones disfrutarán.
Que no se haya quemado el pinsapar de Sierra Bermeja, que el fuego no remontara el Valle del Genal y corriera al vecino Valle del Guadiaro, alcanzando el Parque Nacional Sierra de las Nieves y el Parque Natural Los Alcornocales, ha sido gracias a la lluvia.
¿De verdad no nos interesa invertir en la prevención de los incendios forestales?
Desgraciada y seguramente la respuesta es no. No hasta que no se consiga tener la repercusión social suficiente. Somos los ciudadanos los que tenemos que encontrar los canales, a través de la acción social, para reclamar unos presupuestos que salvaguarden los bosques Ibéricos.
No me quiero imaginar que los gestores de los espacios protegidos se conformarán con crear “fusibles” que aíslen unos espacios naturales de otros y tengan que cruzar los dedos ante acontecimientos de grandes incendios. Aunque estén respaldados por un servicio de extinción de elite, no son dioses que pueden enviar la lluvia.
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