Prepárate para pasar un domingo junto a tus colegas en el apacible baño de tu medina, oirás el agua del río que discurre cerca y observaras la grandiosidad de la puerta de la muralla que guarda la ciudad. Te sentirás purificado por el agua, elevado por los vapores e iluminado por el sol a través de las claraboyas en forma de estrella que se abren en las bóvedas del baño. Sabes bien que no es solo un lugar terapéutico, sino que también es un lugar para entablar conversación, para disfrutar de la vida en comunidad y para prepararte para los grandes eventos y fiestas de carácter sacro a los que debes acudir como buen musulmán. Mientras te hacen un reconfortante masaje, cierras los ojos, imaginando al almuédano que desde el alminar de la mezquita llama a la oración. Antes de abandonar el baño para descansar en el vestíbulo observas uno de los capiteles de sala templada (albayt al-wastany) unas hojas de acanto decoran la pieza, ecos de un mundo antiguo del que también, en parte, eres heredero. Fuera de los baños ves a un anciano camino al zoco, entonces te preguntas ¿envejecerá la bóveda y el ladrillo tanto como nosotros? Este domingo hablamos de los baños árabes en al-Ándalus (hammam). Haremos un recorrido por su historia desde la antigüedad, veremos cuál es la morfología de un hammam y en que partes se divide, así como con qué materiales se construyen y veremos qué lugar ocupaban en las ciudades islámicas. Sin olvidar lo más importante: el papel social que tenían estos edificios para la comunidad de fieles. Prepara tus toallas, cálzate adecuadamente, y síguenos hasta la sala caliente que ya estamos en julio y apetece mucho.
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