Según el Profesor Manuel Bermúdez, un discurso tiene tres partes: ethos, logos y pathós. El ethos, es una llamada de atención a la audiencia un «sentaos que empezamos» o un «sh, que comienza la peli» y tiene que ser rápido, conciso y transmitir autoridad. El logos es la parte de la transmisión de las ideas y los argumentos o evidencias que las sostienen y finalmente el pathós es una figura que impacte y fije en la audiencia a nivel sentimental y primario la importancia y concepto clave de la argumentación previa. Siguiendo una máxima platónica, si el auriga controla los caballos, el recorrido es virtuoso.
Según esto, otro experto en el mundo del debate académico y la comunicación como es Javier Ruiz, toma prestado el concepto de George Lakoff «framing» de su libro «No piense en un elefante» que se aproxima a una acepción del término «criterio» que tenemos en España.
Los marcos pueden ser personales, o pueden ser compartidos, cuando se comparte un marco, es decir, un punto de vista, se puede estar más de acuerdo con el interlocutor.
Llevado al caso de los ecoterroristas culturales que atacan obras de arte por todo el mundo, vamos a ver cuál sería su desarrollo lógico-retórico en este esquema de elaboración propia:
Los datos científicos, previsiones de grupos expertos y consenso internacional señalan que la situación del clima es certificadamente desesperada, es decir, los ecologistas tienen toda la razón en el fondo de sus protestas.
Y es cuando llevar la razón a la acción muestra sus problemas, de las mismas formas que no se corta un pie para curar una torcedura, decidir qué hacer es un problema conceptual con muchas caras. Y en la concepción de este grupo y sus adláteres, su curso de acción sigue estos pasos:
La decisión de la acción debe de contemplar muchas facetas: llamar la atención, generar debate, subvertir el concepto social para trasladar el caos climático al común de nuestras vidas, y esto implica tomar una decisión que consiste en atentar contra obras de arte sin destruirlas ni dañarlas en el fondo (todas están protegidas con cristal), generar el sentimiento de ataque en cada uno de nosotros (tocan la cultura, nos tocan a todos) y luego pedagogizar diciendo que esa incomodidad que sentimos no es nada comparada con el caos climático presente.
Una idea compleja, una ejecución violenta y patética, una nula pedagogía en la trasmisión del concepto y la infantilización ante la autoridad aplicada, dicho de otra forma, ¿qué tendrá que ver el tocino con la velocidad o los cojones para comer trigo?
Y es aquí, donde la retórica nos vuelve a ayudar junto con la lógica, para que luego digan que las Humanidades no sirven para nada, cuando nos dan herramientas para detectar la demagogia, la torpeza y los fallos argumentales, como es el caso. La acción propuesta por los ecoactivistas anticulturales (y digo anti, porque no proponen una cultura alternativa, por eso no son «contraculturales» stricto senso), se basa en establecer una dicotomía entre cultura y medioambiente que es falsa. Este esquema mental es una falacia, un razonamiento que parece lógico pero que tiene lagunas argumentales o falta de datos directamente y que se defiende como si fuese un razonamiento válido. La «falsa dicotomía» es una falacia en la que se nos plantea escoger entre dos términos que están supuestamente enfrentados para hacernos decidir.
Los girasoles de Van Gogh, ni las «Majas» de Goya tienen la culpa de las emisiones de BP, Shell, Coca-Cola, y tantos otros grupos, pero claro, es mucho más fácil, atacar lo aquiescente y que no se puede defender, que actuar realmente contra los poderes que son poderes y mafia en sí mismos. Esta decisión, por tanto, además de compleja, torpe, falaz, es además cobarde, porque ataca, lo que hace que la Humanidad tenga un espejo virtuoso en el que mirarse e inspirarse para dar lo mejor de sí, ¿y si algún niño o niña viendo los Girasoles, entiende que es algo a preservar?¿y si en las curvas de la maja desnuda se aprende la belleza del trazo y del cuerpo humano?
Atentar contra la cultura es atentar con lo mejor que la Humanidad ha creado, y sólo sirve para dejar lo malo que nuestro desarrollo ha provocado, esta visión nihilista está muy presente en sectores del ecologismo y del animalismo de salón que proponen opciones como el reduccionismo estricto o directamente el desprecio por el ser humano y el considerar que el hombre es intrínsecamente malvado, lo cual, por paradójico que resulte, es la base del pensamiento conservador.
El ecologismo o el animalismo que busca soluciones, que busca ser pedagógico, que busca ser integrador, que busca balancear desarrollo y protección, es la única salida responsable y verdaderamente progresista ante el problema real que es el cambio climático, no nos merecemos maniobras dignas de «idiocracia», nos merecemos ese esfuerzo, ese trabajo, esa oportunidad.
Pero claro, esto es sólo mi opinión.
Por cierto, esta Newtondad, y si usted es creyente cristiano, también Navidad celebren lo que celebren, no se olviden de tirar cada cosa en su sitio y de consumir de proximidad. Que la COVAP tiene chuletones tan buenos como los de Ávila o Brasil… ¡Oh vaya! Es carne roja y contamina…¡NOOOOOOOO!
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