“Primero los de aquí”…dice mi cuñado.
Mi cuñado, que ya dejó de participar en las manifestaciones del 1 de mayo porque no se siente clase obrera y “los sindicatos no sirven para nada”.
“Primero los de aquí”…dice mi cuñada.
Mi cuñada, a la que nada le importó cuando en el cole público de su barrio se pretendían eliminar líneas educativas…..”total mis hij@s ya están de salida” le decía a su AMPA cuando le pidieron colaboración.
“Primero los de aquí”…dice mi cuñado.
Mi cuñado que, avergonzado, agachó la cabeza al pasar por la puerta de sus vecinos el día que un banco los desahuciaba.
“Primero los de aquí”…dice mi cuñada.
Mi cuñada, que me dejó tirada el día de la manifestación en defensa de las pensiones porque llovía mucho y “total, para cuando le tocase a ella ya no iba a haber pensiones”
“Primero los de aquí”…dice mi cuñado.
Mi cuñado, que no es capaz de gastarse un poco más en la lista de la compra incorporando productos locales y de cercanía…..se ve que los alimentos no importan de dónde sean.
¿Los de aquí?….sí, pero no las que estamos desempleadas o trabajamos en precario, pero no las familias a las que nos desahucian y nos arrojan a la calle, pero no los pensionistas que no llegamos a fin de mes, pero no las mujeres a las que nos asesinan por ser mujeres, pero no l@s jóvenes sin posibilidad de emanciparse, pero no las familias de las víctimas del franquismo a las que no nos dejan llorar a nuestros muertos,…
“Primero los de aquí”…esta frase, que lleva años siendo una especie de mantra, que recitan muchas personas para invocar su concepto disminuido de la solidaridad.
Y digo “disminuido” porque la solidaridad es un valor de los grandes, de los que no tienen fondo.
Y, por supuesto, de los que no discriminan entre acá, allá y acullá.
Pero ese mantra no es baladí, no es fortuito, es redondo para ciertos intereses.
Ese mantra, nos hace indolentes e insensibles hacia los recortes que se están aplicando en las políticas de cooperación y solidaridad internacional.
Recortes muy grandes que, a su vez, ya se hacen sobre presupuestos más que recortados.
Como ejemplo, el último tijeretazo dado por la Junta de Andalucía, que reduce el presupuesto en cooperación, educación para el desarrollo y acción humanitaria en casi siete millones y medio de euros, pasando de 35.167.363 en 2021 a 27.689.326 euros en 2022, un nuevo hachazo del 21,26% en solo un ejercicio.
La política pública de cooperación retrocede hasta suponer apenas el 0,06% de la inversión (en 2021 ha sido del 0,09%). La Junta de Andalucía presume de sumarse a la Agenda 2030 y da una patada al mandato de progresar hacia el 0,7% destinado a países del Sur.” (Fuente: CAONGD – Coordinadora Andaluza de ONGD)
Ese mantra recurrente nos aleja de realidades globales. Nos ayuda a taparnos los ojos ante los casi 80 millones de personas que, a comienzo de este año, se habían visto obligadas a abandonar sus hogares como consecuencia de persecuciones, conflictos y violaciones de los derechos humanos. Esta cifra total incluye 45,7 millones de personas desplazadas internas, 29,6 millones de personas refugiadas y desplazadas por la fuerza fuera de sus países, y 4,2 millones de solicitantes de asilo.(Fuente: ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados)
Y esta cifra, de manera inevitable, irá a más porque aumenta considerablemente lo que se conoce como “refugio climático”, personas que se ven obligadas a abandonar sus lugares de origen debido a los peligros que causan la creciente intensidad y frecuencia de eventos climáticos extremos (como lluvias inusualmente fuertes, sequías prolongadas, desertificación, degradación ambiental, ciclones o aumento del nivel del mar).
A lo que hay que sumar la crisis alimentaria y la crisis “de los medios de subsistencia”, sin precedentes, que está generando esta pandemia, y que duplicará el número de personas que sufrirán hambre severa en el mundo, forzando nuevos desplazamientos masivos.
Cuando hablamos de “los de aquí”, por un lado se favorece un espejismo de unidad entre iguales: ”los nuestros”, “nosotros”; y por otro lado se genera una especie de enfrentamiento por contraposición a “los de allí”, “los otros”.
Alimentando estos sentimientos se le da alas al miedo a lo diferente, y de ahí a la discriminación, al racismo, a la desigualdad, a la xenofobia, a la insolidaridad…sólo hay unos cuantos pasos.
Y lo más tonto y perverso es que no nos damos cuenta que esta planeta único está interconectado y que dependemos unas de otros para la supervivencia conjunta o como nos recuerda la Pedagogía de los Oprimidos (Paulo Freire):
“Nadie se libera solo y nadie libera a nadie, que los hombres y las mujeres nos salvamos todos juntos”
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