La fuerza del representante la dan sus representados, ya que sin estos presentes, su capacidad de maniobra se reduce ostensiblemente. La democracia construida sobre esta dualidad, realizó la primera traición al “pueblo soberano” al no educar a los representados y darles conciencia de su importancia y poder real. Tras 40 años de franquismo, la idea de que “la soberanía reside en el pueblo español”, satisfizo a las clases menos ilustradas y las preparó para ser receptores universales de las ideas de otros, pero nunca donantes universales a la construcción de un país que necesitaba emerger sobre la conciencia de un “pueblo unido, solidario y democrático”. Como resultado de esta traición, los representados desconocen la fuerza real que tienen y los representantes actúan como si existieran por derecho divino, sin más obligación para con aquellos que la que consideren indispensable, conocedores de que nadie les va a pedir explicaciones.
Las propuestas asamblearias u horizontales carecen de virtudes como la eficacia, la eficiencia y la velocidad de decisión. También hacen más ardua una tarea y a veces el debate crea discrepancias, posturas enfrentadas, exigen un esfuerzo en el diálogo, la aceptación de la derrota y el decoro y respeto en la celebración de la victoria. A pesar de esto aportan una mayor implicación, asunción de identidad y responsabilidad de acción con la idea mayoritaria. En contra no permite tomar decisiones de urgencia y está sometida a un control burocrático de la que adolece la jerarquía. La capacidad de expansión y adhesión de nuevos miembros es más propio de toda organización horizontal, ya que permite que todos sus miembros sean escuchados y sus opiniones valoradas, con lo que uno se siente más importante y decisorio bajo el paraguas de la horizontalidad.
En tiempos en los que la falta de implicación de la sociedad en los movimientos civiles y políticos de base es una queja habitual, estos mismos movimientos cometen el error de proteger su identidad a costa de no abrirse a la mayoría social. El deseo de mayor participación en ellos, se justifica por un mayor deseo de control y nunca por hacer más flexibles sus ideas. Ante el inmovilismo de unos y otros, las críticas son compartidas. Para unos, la gente se ha vuelto más individualista y menos comprometida, para otros, estos movimientos están tan politizados que no encuentran una ubicación clara en ellos. El resultado final es un descenso en la participación, que no se refleja solo cada cuatro años en las distintas elecciones, sino en la ausencia de incorporación o militancia en cualquier colectivo.
Tras este análisis, la psicología social, aporta soluciones que deben pasar necesariamente por la autoreflexión, la autocrítica y la innovación en la capacidad de acción de cualquier colectivo que pretenda ser funcional. DESCENTRALIZACIÓN: conlleva pérdida de control pero mayor implicación personal APERTURA MENTAL: conlleva flexibilizar las ideas, pero también adaptarlas a tiempos distintos CREATIVIDAD EN EL MODUS OPERANDI: conlleva un esfuerzo y un riesgo, pero aporta novedad y permite acceder a nuevas vías de participación y convocatoria AUTOCRÍTICA: conlleva romper con los egos personales de algunos de sus miembros, pero permite un feedback continuo sobre el análisis de resultados de la propia actividad. Si somos realmente sinceros reflexionemos en cuántos de los colectivos que participamos estas ideas se llevan a la práctica. En muchas ocasiones los representantes convocan a sus representados a una concentración o movilización, pero después no los implican en la toma de decisiones. Este es un error que se pagara caro y que se traducirá en una pérdida de confianza y debilitamiento del propio colectivo COOPERACIÓN: conlleva trabajar sobre objetivos compartidos y dejar de ver la diferencia como un obstáculo irreconciliable. En una sociedad donde el liberalismo económico se ha adueñado de la palabra “libertad”, donde la derecha se ha adueñado de la palabra “patria” y donde el individualismo ha emergido sobre la frustración de las clases medias y la desesperanza de las clases más humildes, el reto de adaptarse a los nuevos tiempos y visualizar que el principal objetivo de trabajo de los distintos colectivos es la simple “supervivencia” exige la superación de las siglas propias y crear espacios compartidos de base, agrupaciones amplias para reunificar toda la fuerza progresista. Hay que ser consciente que la brecha intergeneracional abierta y mantenida por este sistema y por los medios de comunicación, no permite aplazar mucho más tiempo este debate. Es hoy cuando debemos impulsar cambios en los colectivos civiles y políticos de base, es nuestra responsabilidad, nuestra lucha y la idea que va a justificar nuestro trabajo en los próximos años.
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