Sentencia el refranero que «del dicho al hecho hay mucho trecho». Aplicado al quehacer de los gestores de la Filmoteca de Andalucía con su dependencia principal de Córdoba, ese trecho se ha ahondado lo suyo. La película de los recientes hechos (último año) en relación a la parálisis de esta institución es tan sencilla como triste: el 1 de abril de 2021, la señora Casanueva, delegada de Cultura, anunció que la sede de la antigua calle de la Convalecencia cerraba sus puertas por unos «trabajos de adecuación parcial» y que trasladaba la actividad, durante mayo y junio (ya en abril no se había verificado ni una sola sesión en la Filmoteca cordobesa), al Palacio de Congresos. Acaba junio y ni se reabre la Filmoteca ni prosiguen las mermadas proyecciones, en condiciones bien paupérrimas y al parecer con alquileres leoninos, en la calle Torrijos. Y eso que el paréntesis iba a ser cosa de 1, 2 meses a lo sumo. Pasa el verano, pasa el otoño y en un silencio más que preocupante, y ante las reclamaciones de la siempre vigilante Plataforma Ciudadana «La Filmoteca se queda en Medina y Corella», el 30 de diciembre, para colocar la guinda a la desidia operativa y darse un baño de populismo navideño, se descuelga la señora Del Pozo, consejera del ramo, proclamando, a bombo y platillo, que la Filmoteca reanudaría su actividad sí o sí en febrero tras «culminar las obras de mejora y la adecuación de sus espacios a las personas con movilidad reducida», y prometiendo sustanciosas novedades (sic) que iban a provocar pasmo y admiración allende el mundo conocido. Pero llega febrero y si te he visto no me acuerdo. En el Día del Padre, cuando escribo esto, la Filmoteca cordobesa sigue atrancada a cal y canto. Y así llevamos más de 9 meses, dando por buenas justificaciones que no son más que intolerables mareos de perdiz.
En contraposición a ese dilatar lo acordado aplicando al manifiesto desinterés una elasticidad infinita, hemos asistido recientemente a la presta apertura en Málaga –la «ciudad del Paraíso» que poetizara Aleixandre– de una delegación permanente de la Cinemateca regional, que ya ha previsto ciclos temáticos hasta nada menos que mediados de junio, uniéndose así a las sucursales existentes de Almería, Granada y Sevilla.
A santo de qué, pregunto, las demoras insoportables que sufre el epicentro de la institución en Córdoba y la obsequiosa rapidez con que los mandamases hispalenses se arremangan para cortar la cinta inaugural de nuevas sedes subsidiarias. ¿Intercederá en esta diferente vara de medir el que el Festival de Cine de Málaga haya sido bautizado por el presidente de la Academia del Cine, olvidándose del prestigioso certamen donostiarra, como el «buque insignia de la industria cinematográfica nacional», mientras que Córdoba, huérfana de citas de postín tras el naufragado intento de reflotar el Festival de Cine Africano, es en este sentido el pariente pobre al que se le reservan las migajas del banquete?
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