Quiero retomar un interesante hilo histórico ecológico que días atrás surgió, como consecuencia de publicar en una red social, una fotografía de 1965 que nos demostraba como estaba el espacio entre puentes, concretamente entre el Romano y el «Nuevo», llamado oficialmente de San Rafael (como no podría ser de otra manera en Córdoba). Lo que hoy en día puede parecernos parte del Orinoco o Amazonas, a pesar de la actuación forestal de hace un par de años, en esa fecha era lo que se ve en la fotografía. Aún no habían empezado a construir la muralla izquierda entre los citados puentes, y ese espacio central estuvo destinado durante mucho tiempo a la extracción de grava para la construcción, a un nivel industrial. Instalaron un artilugio en la citada orilla y con un enorme cucharón movido por unos cables de acero, extraían toda la grava posible entre los puentes.
Luego está mi memoria personal, entre el puente romano y el azud de Martos -‘sua’ en cordobés vulgaris-, construcción que derivaba todo el curso del río a la bocana del molino, hasta que fue volada, entonces no había apenas vegetación. Luego de la voladura de los peñones del azud, una vez cambiado el curso del río, se secó el molino y se depositó todo el aluvión en la curva del meandro surgiendo la «playa». En la orilla derecha del río, cerca del puente romano, había una isleta que tenía una colonia de álamos blancos. Esa isla era la receptora de todas las camadas de gatos de las casas, que no querían en ellas, y en lugar de sacrificarlos iban a parar a la isla, el que se salvaba de la altura que serían pocos, pasaba a engrosar la nómina gatuna de la isla. Otro cantar era cuando había una riada y los árboles se llenaban de gatos. De esta isla se podía salir siguiendo la banqueta (murete en la base de murallón) que llegaba hasta el embarcadero y después hasta el Molino.
Otra manera de bajar a esa isla, era con cuerdas como en más de una ocasión vi hacer. La banqueta seguía una vez pasado el primer ojo del puente romano hasta el molino de la Albolafia. Esa parte del río, que aún no tenía muralla y en algunas fotos se ve la bajada a la Albolafia, recepcionó mucho material militar en la huida de ejército francés, para poder cargar los carros de riquezas expoliadas. Una vez pasado este lugar empezaba la muralla, encontrándonos en primer lugar la primera torre que fue parte del cortijo que llamábamos la Huerta de Antoñita. A partir de ahí la muralla había sido recrecida unos metros, para crear un paseo, como está actualmente, en lo que antes era el camino a la Alameda del Obispo por la orilla. Cuando la muralla hace un ángulo recto hace el norte, en esa esquina estaba la Puerta de los Sacos, y era la desembocadura del Arroyo del Moro, con un puente califal del mismo nombre.
Si nos vamos a la orilla izquierda de río puente romano arriba, había un vado desde el Barrio Viejo del Campo de la Verdad, que cruzaba a una isla que pegada al puente se dejaba ver en los periodos de sequía, y las vacas de la vaquería cercana pastaban en ella, o los areneros con sus barcas extraían grava de ella. Una tímida alameda, pues la mayoría de los árboles eran de esa especie, había en la orilla, en lo que en tiempos se llamó Tablazo de las Damas, donde las señoras se bañaban en verano al atardecer para evitar las miradas de curiosos. Y cuenta la leyenda que, como se guiaban por las campanas de la torre, unos listos de acuerdo con el campanero las dieron antes cuando aún había luz, y pudieron, más bien imaginar, las anatomías de las señoras. Wingaerde en su maravillosa máquina del tiempo nos dibuja la zona en 1567, por encargo del Austria de turno, y nos permite conocer el río en el siglo XVI. Una orilla derecha pelada, sin muralla, y una izquierda similar, salvo en el lugar del embarcadero que también tímidamente había una pequeña alameda. Vacas pastando y barcas pescando.
En nuestro tiempo, dentro de nuestro período vital, fabricaron un feo murallón en esa orilla, prácticamente desde la Madrileña (fábrica de materiales de construcción que surge para la construcción del Campo de la Verdad), que mantuvo sin vegetación mucho tiempo toda la orilla izquierda. En esa muralla estuvo pintado el Guernica hasta que la misma desapareció, no sin antes haber desaparecido también todos los hierros de la balconada de la muralla. Tenía ésta un embarcadero de igual factura que el de enfrente, el de la Ribera. Pero sin vegetación. Por contra, ese onubense tan cordobés, y tan buen pintor que fue Romero Barros, Padre de Julio Romero de Torres, nos pinta un día de campo en un bonito cuadro en la orilla izquierda, con un bosquecillo y barcas, en el siglo XIX, y otros dos paisajes del río, donde podemos observar algo más de vegetación.
Hay un grabado de Baldi, que realizó, durante el viaje que hizo a España con Cosme de Médicis en 1688, en el que desde la orilla derecha, nos pinta unas orillas peladas, llenas de troncos que navegaban entonces por el río. También nos dibuja unas casas en lo que fue el cortijo de Santa Matilde, en la zona del Arenal. Hay que tener en cuenta que ese meandro varió su curso desplazando el río hacia el oeste. Prueba de ello son los peñones de San Julián que protegían la Ermita del mismo nombre, en la orilla izquierda, y están ahora derribados por una crecida en la actual orilla derecha, en la salida del puente del Arenal, eso sí con su amazonas particular que impide verlos. Toda esa zona de la orilla derecha, la llamábamos el soto del Arenal, solo había vegetación de taraje de ribera, nada de arbolado. Tal y como lo pinta Baldi.
También podemos disfrutar del Grabado de Nicolás Chapuy, en 1844 que nos dibuja la esquina del antiguo convento de los Mártires, al lado del Molino de Martos, y un río también con poca vegetación. Años después, 1860, Guesdon y su sensacional grabado aéreo, nos presenta el río sin apenas vegetación, casi 20 años después que Chapuy, aunque podemos precisar alguna debajo de lo que fueron las huertas y fuente del Molino de Martos, la salida de la Puerta del Sol. Son también significativos los planos de los Franceses de 1811, 1851 y de Casañal de 1844, que nos presentan unas riberas exentas de vegetación.
Por lo tanto, no podemos decir taxativamente que el río estuviese siempre exento de arboleda en sus riberas, por la lógica de que hablamos de 2000 años desde que la ciudad empezó a serlo, con el Imperio romano, pero las pruebas físicas que tenemos en 1567, 1688, 1811, 1844, 1860 y mi memoria personal de setenta y más años dentro del siglo XX, nos permiten decir que, presuntamente, hay más años sin vegetación, que con ella. La lógica es que antes se aprovechaba todo, los animales tenían que comer y los humanos utilizaban la madera para combustible, por lo que debería haber menos que ahora, que por no utilizarla es pasto de las llamas por culpa de algún desaprensivo criminal. Ahora, actualmente, desde cualquier orilla y muchas nos han costado a los cordobeses mucho dinero, no se puede ver el río por la vegetación descontrolada.
Publico una opinión de un experto, Diego Peinazo, que me parece muy positiva sobre el tema:
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