*Atención, este artículo contiene spoilers.
La plasmación de la realidad implícita del referente, es decir, la filmación sin casi manipulación, siempre ha sido criticada al no considerarse arte. Es por ello por lo que surgen las teorías realistas a mediados del siglo XX, para contraponerse a la postura donde la huella va a ser denostada, comenzando a adquirir valor artístico per se gracias a estas nuevas teorías, las cuales empiezan a desarrollarse en el cine a partir de 1950. En esta ocasión, nos centramos en el neorrealismo italiano de Umberto D., filme que nos plasma a la perfección cómo la fidelidad de un perro ayuda a vivir a un anciano desesperado por su pobreza, hecho que nos sirve para remarcar que ayer, día 21 de julio, fue el Día Mundial del Perro, día que surgió en 2004 para concienciar sobre la necesidad de cuidado y protección a estos animales -sobre todo, ahora en verano cuando más abandonos se producen-. Y es que, tal y como señalaba la Organización Mundial de la Salud (OMS) junto a la Real Sociedad Canina de España (RSCE) en 2020, el 70% de los perros que existen en el mundo no tienen hogar.
Por otro lado, como hemos señalado al inicio del artículo, el cine realista no solía considerarse como arte en sus inicios, pero en este espacio tratamos de mostrar, a través de la obra Umberto D., cómo sí lo es, encontrando una forma fílmica que va a revelar las formas de realidad social. El protagonista de este filme es Umberto Domenico Ferrari (Carlo Battisti), un funcionario jubilado con una pensión tan miserable que se ve sumido en un tránsito paulatino hacia la pobreza, teniendo que verse forzado a abandonar su vivienda junto a su único compañero fiel, su perro Flike. Este tema clásico sobre la precariedad, tan característico del neorrealismo, no solo muestra un cine desesperanzador y humanista, sino costumbrista, donde el conflicto va a crear una batalla interna entre la dignidad que le impide mendigar, y su necesidad de dinero.
La trama de esta película es sencilla, al mostrar la vida cotidiana y humilde de un anciano mediante la sucesión de diferentes instantes vitales en su vida a través de una visión realista. Una historia donde vamos a comprobar que, pese a los numerosos obstáculos, Umberto no se resigna, sino que sigue luchando para no ser ese otro excluido de la sociedad, estando su propio conflicto unido a su condición social, no al azar que encontrábamos en otra de sus obras: Ladri di biciclette (1948). En el filme no solo se plasma la pobreza, sino que ésta también pone de manifiesto la soledad del personaje. Con ello comprobamos cómo los filmes neorrealistas, y su cierto carácter humanista, van a ser capaces de reflejar el sentimiento del pueblo italiano en el contexto de posguerra donde no podían pensar en el futuro, al ser este muy incierto.
En este sentido, uno de los diversos obstáculos que tiene que vivir Umberto ocurre cuando, tras ausentarse unos días, su perro Flike se ha escapado de la casa donde tiene alquilada una habitación, por culpa de la casera. Así, el protagonista decide ir a buscarlo a la periferia de la ciudad y, podemos comprobar cómo de nuevo, De Sica, pese al drama que se ha presentado anteriormente, no muestra un sencillo sentimentalismo, sino que se recrea en los diferentes detalles -como cuando Umberto tiene que buscar cambio para pagar y nadie quiere hacerle caso-. Tras recuperar a Flike, vuelve a casa y discute con la casera, la cual le indica que lo echará de casa al día siguiente. Más tarde, en un intento de pedir limosna en la calle -incluso usando a Flike para ello-, se nos presenta la lucha interna del personaje por no hacer evidente ante sus semejantes que es pobre, al encontrarlo un acto indigno, lo cual le lleva a la desesperación ya que ningún amigo de los que se encuentra decide ayudarlo mostrando una clara falta de empatía y de solidaridad. Incluso, cabe señalar que piensa en suicidarse, pero no quiere dejar a su perro solo por lo que trata de buscarle un hogar antes de ello, encontrando solo respuestas fallidas.
Cabe destacar que la soledad y el aislamiento social va a estar presente en todo este tipo de filmes, al igual que los argumentos que reflejen a los más desfavorecidos de la sociedad. Ejemplos de ello los encontramos en obras como Stromboli, terra di Dio (Rossellini, 1950), L’aventura (Antonioni, 1960), Otto e mezzo (Fellini, 1963), Le notti di Cabiria (Fellini, 1957) o Les quatre cents coups (Truffaut, 1959). Estas obras, al igual que Umberto D., también van a estar cargadas de tiempos muertos y de silencios, tratando de plasmar así la continuidad del registro de lo visible, hecho que no se suele dar en el cine de Hollywood.
Así, hemos podido comprobar mediante este filme que el neorrealismo va a plantear una nueva relación entre el artista y la sociedad, encontrando un compromiso moral del director con la realidad y siendo un cine que quiere dar testimonio de un momento histórico de desesperanza, la posguerra. Es por ello por lo que muchas de estas obras van a actuar como lugares de memoria de los recuerdos de la sociedad. De esta manera, Umberto D. no solo va a ser una obra fílmica que refleja el contexto italiano de la época, sino va a abrir paso a la modernidad cinematográfica, lo cual podemos ver en su uso de la puesta en escena y en su desnudez narrativa, llegando a influenciar a cineastas como Abbás Kiarostami. Se trata pues, de un cine que toma lo inmediato, en sus expresiones espaciales y temporales objetivas, que se detiene en lo aparentemente banal buscando representar la verdad de la vida, actuando así como una asíntota de la realidad al acercarse a esta para revelarla.
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