ASPA
Hay un país que no conocemos, un país grande y al que llega una persona cada cuatro segundos. Tiene un nombre genérico: Refugiadxs.
Efectivamente el país de lxs refugiadxs tiene 65´6 millones de habitantes. Si se ordenasen los países por número de habitantes ocuparía el número 22 (entre Reino Unido y Francia). Y es que cada día casi 45.000 personas tienen que abandonar sus casas.
Lxs habitantes de este país que no conocemos son en su mayoría jóvenes, el 51% son menores de 18 años.
Desposeídos de su hogar y de su patria buena parte viven en innumerables campamentos provisionales e improvisados. Como botón de muestra la UNRWA tiene registrados en los países donde opera a casi 6 millones de refugiadxs de Palestina, de los que casi un tercio viven en 58 campamentos de refugiadxs.
Si bien Siria sigue siendo el país de donde proviene la mayoría de lxs refugiadxs del mundo, Sudán del Sur, con 1,4 millones de refugiadxs y 1,9 millones de desplazadxs internxs, es el que está pasando por la emergencia más grave y acelerada en materia de nuevos desplazamientos, lo que asesta otro golpe a las perspectivas de futuro de la nación más joven del mundo.
Esas enormes cifras ocultan historias personales de sufrimiento, separaciones y pérdidas; de viajes en los que la gente se juega la vida en busca de seguridad; de luchas colosales para reconstruir vidas en circunstancias difíciles. Es desgarrador ver que se cierran fronteras, que las personas perecen en tránsito, y que tanto refugiadxs como migrantes son rechazadxs, en contravención de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional.
Casi el 84% de lxs refugiadxs del mundo son acogidxs por países empobrecidos. No podemos seguir permitiendo que un reducido número de países, que suelen ser los más pobres del mundo, soporten solos ese peso.
En palabras de Antonio Guterres, Secretario General de la ONU “no se trata de compartir una carga, sino de compartir una responsabilidad mundial, basada tanto en la idea general de que todxs somos humanxs como en las obligaciones contraídas en virtud del derecho internacional. Los problemas fundamentales son la guerra, el hambre y el odio, no las personas que huyen. Lxs refugiadxs se cuentan entre las primeras víctimas del terrorismo”.
Es urgente abrir y garantizar vías seguras para que las personas que huyen de la guerra y de la hambruna puedan hacerlo en la mejor de las circunstancias, porque la inexistencia de esas vías les obliga a arriesgar sus vidas. Y es que la actitud de Europa da cuenta de la ausencia de humanidad, responsabilidad y solidaridad.
Un botón de muestra de esta actitud desafortunada de la Unión Europea y que sólo puede calificarse de vergüenza son los más de 10.000 menores desaparecidos; nadie sabe dónde están. Pueden estar siendo violadxs, prostituidxs, esclavizadxs, … En la misma línea está la situación extremadamente preocupante de las mujeres que llegan a Europa huyendo de los conflictos pues el riesgo de que sufran violencia sexual y de género es altísimo.
El hecho de que no existan vías seguras de entrada a Europa ha hecho que las cifras de las muertes en el mediterráneo sean alarmantes: más de 15.000 desde 2014.
La Unión Europea opta por políticas que en lugar de responder a los convenios internacionales y a su propia legislación en materia de refugio, dan la espalda y criminalizan tanto a la población refugiada como a quienes les acogen y ayudan.
Para evitar este naufragio de Europa, debe garantizarse, especialmente, que las mujeres no estén sometidas a violencia sexual y de género. Urge coordinar todos los esfuerzos, de instituciones y de la sociedad civil, para localizar a lxs menores desaparecidxs. Deben ponerse en práctica medidas firmes contra las redes de trata de personas. Europa ha de cumplir los acuerdos asumidos en materia de acogida, con compromisos de hospitalidad e inclusión. Debe garantizarse la protección de las organizaciones y personas que apoyan a la población refugiada. España, por su parte, debe agilizar los trámites de acogida con los que se ha comprometido y debe respetar los derechos humanos en la frontera Sur. Hemos de estar alerta ante el peligro de narrativas y discursos xenófobos. Contrarrestarlos es crucial para nuestro futuro como humanidad. Nunca antes fue tan evidente la debilidad del proyecto europeo. La obscena preeminencia de los intereses económicos y políticos sobre las personas supone una gravísima violación de derechos. Ahora, más que nunca, deben primar los valores fundacionales de la Unión Europea y la defensa a ultranza de los Derechos Humanos.
Fuente: https://aspa-andalucia.org/archivos/4956
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