Ángela Sánchez
¿Sabes quién es Olympe de Gouges?
Si estás leyendo éste periódico (Paradigma) supongo que sí. Pues Como sabrás Olimpe fue una activista. Permíteme que haga un paréntesis. (Una activista es aquella persona de género femenino que se diferencia del activista masculino por razones asombrosas y es que aun luchando por las mismas cosas, para la activista mujer la participación política es mucho más complicada que para el activista hombre, no por gusto, falta de interés, o incapacidad, sino por “desgaste por género” Esto es una situación que por desgracia se repite en todas las organizaciones y que consigue que las mujeres no consigamos tener una participación real en igualdad de condiciones con los hombres. Por poner un ejemplo, las horas de las reuniones no coinciden con las horas de los cuidados; la dilatación de estas reuniones que terminan en la barra de algún bar y que sin duda sirven para reforzar acuerdos, no concuerdan con las horas de los cuidos, ni de las cenas, ni de los coles, ni de los hogares armoniosos. A esto hay que sumarle toda una cultura inherente al hombre que hace que el activismo de las mujeres les resulte a la mayoría del grosso masculino un bien decorativo, divertido pero insubstancial. Un mal menor para justificar la coherencia del discurso igualitario tan de rigor últimamente, a la vez que les asegura mano de obra organizativa, da volumen al colectivo y son un estupendo altavoz al hacer, casi siempre de sus compañeros varones. Activista mujer es aquella que aguanta chapas y chaparrones y que siempre tiene que postergar, en pos de lo” verdaderamente importante” sus propias propuestas y opiniones agazapada cual leona esperando le llegue su momento. El momento en que lo “verdaderamente importante” de paso al sentido de su activismo. Cierro paréntesis) Aquí podríamos abrir un largo debate, muy manido por otro lado, que una vez más nos llevaría por un sinfín de callejones. Pero como soy yo quien discurro, sigo parafraseando a Olimpe:
Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?
Y esto ya lo decía en 1789 poco después de redactar Los derechos de la mujer y la ciudadana- declaración de principios que pretendía fuera incluida en la constitución pos revolución francesa- y poco antes de que sus compañeros le cortaran la cabeza.
Y ahí seguimos.
Me preguntan por la confluencia.
Qué opino.
Las mujeres sabemos mucho de confluencias. Principalmente porque nos inculcan los cuidados desde pequeñas y porque ¿Qué es la confluencia sino cuidar de los intereses de todas las personas? Por desgracia las confluencias electorales nos han demostrado que las mujeres y por lo tanto el feminismo, no somos “lo verdaderamente importantes” y que nuestras reivindicaciones siempre pueden esperar un poco más. Así que me planteo si realmente es confluencia lo que a las mujeres nos va a posicionar en unas políticas inclusivas, que sirvan para dotarnos de derechos y principios universales.
Y para mí, el feminismo lo es todo. El cambio de rumbo necesario.
En estos años de gobierno con-fluido hemos aprendido mucho sobre confluencia. Y hemos aprendido mucho sobre personas. Y hemos aprendido, finalmente, que a las mujeres, ni los partidos, ni las agrupaciones, ni las confluencias, se nos tienen en cuenta. Como bien dice la politóloga Sílvia Claveria: Los partidos son máquinas de triturar el potencial de las mujeres. Y a pesar de todo seguimos esperando pacientemente se lleven a cabo políticas firmes de igualdad; que se castiguen las violencias machistas. Que se aprueben leyes que nos eleven a categoría de ciudadanas de primera, etc. etc.
Las activistas que participamos o hemos participado en política sabemos lo difícil que es que nuestra voz llegue a algún lado. Es una misión que requiere de paciencia, pedagogía, sicología y como ya he dicho mucho aguante. Aparte de conciencia social, que es lo único que necesitan algunos compañeros masculinos para alzar su voz, nosotras necesitamos superar lo que Putnam denomina «ley de la diferencia aumentativa». A las activistas nos ningunean nuestros propios compañeros. Las que permanecen lo hacen con mucho esfuerzo, habilidades y estrategias que no todas estamos dispuestas a soportar y que nos hace irnos retirando.
Para mí la pregunta acertada no está en si es inteligente, hábil, fértil, posible o necesaria la confluencia entre varios partidos o colectivos. Para mí la pregunta es ¿Cuándo vamos las mujeres a abordar las instituciones con baterías políticas que nos representen sin ser tuteladas, sin que nos usen como arma electoral?
Este sería un camino capaz de volver a emocionarme: Mujeres independientes, feministas, consejo municipal de mujeres, colectivos, asociaciones…sin colores políticos, confluyendo y presentando nuestras propias propuestas en un programa electoral basado en soluciones locales y en políticas transversales de igualdad.
Referente a las otras confluencias, pues sí, sería estupendo contar con una Asamblea Ciudadana, así con este nombre, para que no olvidemos que sólo somos habitantes de esta ciudad. Una Asamblea ciudadana debe ser un lugar donde todas las personas por igual tienen voz, voto, medios y logros por igual.
Reconozco que nunca me gustó el nombre de Ganemos Córdoba, porque sabía que podía convertirse en una marca electoral pasajera al servicio de según qué colores políticos e intereses partidistas. Era muy visible desde el principio, aunque todo el mundo lo negáramos y yo estoy tan decepcionada de todas las estructuras políticas habidas que me da pavor del papel mojado.
El co-gobierno de estos años ha permitido el arbolicidio tan dantesco que vivimos en Córdoba. Ha incumplido su compromiso con la transversalidad de género y con la accesibilidad. Mantiene eventos culturales que no respeta la paridad, ni respeta el patrimonio, ni respeta los intereses de los vecinos y vecinas. La vivienda protegida ha desaparecido mientras que el precio de los alquileres se dispara. La tasa de paro es prácticamente igual que hace tres años. No hay propuestas ni debates eficientes para la creación de empleo. Los edificios municipales siguen sin ser sede de la ciudadanía. El transporte público es caro y deficiente para la unión de los barrios. Y tanto más que pensábamos que iba a cambiar con este cogobierno.
Yo no puedo votar a nadie. Esa es mi pena: que a estas alturas no hay nadie en Córdoba en quien pueda volcar mis esperanzas, ni en unión ni en desunión, porque no hay capacidad creativa para el cambio, sólo muchos hombres que quieren llevar la razón. Y esto, pues como decía Olimpe, no me da mucha confianza.
Abran sus perspectivas.
*Disidente, atea, feminista en estado de buena esperanza.
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