Siempre que nos desayunamos con alguna triste noticia del abandono de un hijo o una hija por parte de su madre, el corazón nos da un pellizco y la razón nos hace sacar lo peor de nosotras mismas. Con razón. No hay nada más inhumano que una madre abandone a su suerte a una pequeña criatura indefensa. ¿Qué clase de persona haría eso? Muchas pensamos que, si de nuestra mano estuviese, esa criatura no se vería sola.
Por mi trabajo, y gracias a él, estoy toda la semana viajando. De Sevilla a A Coruña, de Santander a Huelva, de Murcia a Barcelona, recorro miles de kilómetros, entablo conversación con todas las personas posibles, porque me gusta saber de primera mano qué se cuece en cada rincón, en cada pueblo, comunidad autónoma. En general, la gente es abierta, amable y muy sociable.
«¿…Tu de dónde eres?» Me preguntan cuando entablamos las primeras frases. Notan, por mi acento, que soy andaluz. Normal, no trato de esconder lo que mi garganta atesora. «Soy de Santa Cruz. Un pueblo cerquita de Córdoba». Nada más confirmar mi procedencia, tengo que rectificar. «Soy de Santa Cruz, y aunque tengamos alma de pueblo, en realidad somos un pequeño barrio de la periferia cordobesa, de quien dependemos para todo. Nuestro Ayuntamiento, nuestra Madre, es Córdoba». Toca explicar nuestra situación….
Y en esas explicaciones, es donde, dolorosa y desgraciadamente, toca exponer nuestra amarga situación, una situación que nos está poniendo al límite de nuestra existencia. Y es donde, para poner en situación a quien escucha, le hablo del símil de esa madre que abandona a una hija o hijo.
¿Quién puede excusar que una madre abandone a su pequeña criatura? Como se puede entender que se deje a su suerte, que sólo tenga ojos para el resto de su prole con otras cualidades, y al más pequeño, al más indefenso, al que necesita más cuidados, se le niegue cualquier necesidad, y se le retiren las pocas necesidades básicas que dispone? Es una buena madre aquella que deja morir a un hijo, sólo porque esa madre ha decidido que el pequeño es un estorbo del que no quiere saber nada?
Bueno, nada nada… lo cierto es que seguimos pagando nuestros impuestos «religiosamente«, y siguen viniendo una vez cada cuatro años para pedirnos el voto. Algo bastante absurdo, porque cada vez somos menos, y nuestros votos no son decisivos para ninguna opción política. Por eso mismo, seguramente, hasta de quien se supone podíamos confiar, han optado por mirar para otro lado mientras Santa Cruz muere….
A los recortes en recogida de basura y residuos, a los recortes en mantenimiento, a la negación por dotarnos de equipaciones deportivas, a los recortes en los horarios de médica y enfermera, a la negativa de dotarnos con servicio de bus municipal, a los recortes de la línea de bus provincial que cubre el trayecto, a la retirada de bancos y cajas de nuestro pueblo y la negativa de ofrecernos el servicio de banca itinerante, a la negativa de adquirir el Silo para crear el Museo de Ategua, se une ahora la última cacicada del Ayuntamiento al que pertenecemos: el servicio de Administración que se prestaba de Lunes a Viernes en Santa Cruz, ha sido retirado.
¿Qué significa esto? Mi vecindad de Santa Cruz, con una media de edad que fácilmente supera los 60 años, para solicitar cualquier gestión municipal, debe desplazarse a Córdoba capital, en una línea de bus que no existe, o sea, tiene que disponer de sus propios medios. Así maltrata nuestro Ayuntamiento a sus vecinos y vecinas que viven en la periferia de la periferia….
Somos esa criatura indefensa, abandonada por su madre. Así lo percibimos; no nos quiere, nos maltrata y nos humilla, aprovecha la más mínima ocasión para pisotearnos. Nos quita el pan de la boca, nos niega el techo y nos castiga día si día también. Somos muy pocas personas, mayores y cansados. Ya no tenemos ganas ni fuerzas para luchar contra quien nos oprime. Y percibimos que nadie de quienes pueden incidir en revertir esta situación nos escucha, nadie nos entiende y nadie siente empatía hacia Santa Cruz y sus gentes, hacia mi pueblo.
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