*Atención, este artículo contiene spoilers.
Nos encontramos ante un filme franco-iraní que cuenta con un lenguaje audiovisual muy metafórico donde la niña protagonista, Baktay, de seis años que vive en Bāmiyān (Afganistán). Ella simplemente quiere ser una niña normal y aprender a leer y escribir como su vecino, Abbas, el cual sí puede ir a la escuela. Pero ambos viven en un entorno violento, sacudido por la guerra, una sociedad donde la mujer no cuenta con libertad alguna y mucho menos, está bien visto que reciba educación, estando incluso prohibido por los talibanes durante varios años en Afganistán. Encontramos, por tanto, que esta película, a modo de parábola, trata de plasmar y denunciar la situación del país: intransigencia talibán y dictadura, y, sobre todo, la posición vulnerable de los más pequeños, mediante una metáfora político-social que dialoga directamente con el espectador, con ese receptor activo que tiene que conocer el mundo de su alrededor y protestar ante las injusticias. El audiovisual, como un pseudodocumental que trata de captar la realidad mediante la utilización del rodaje con cámara en mano y el empleo de actores no profesionales que simplemente juegan a ser niños -dejándoles ser quienes son, con su propia «verdad»-, es capaz de componer una alegoría donde el horizonte de la mirada infantil toma todo el protagonismo de la historia, plagada de dramatismo y profundidad emocional en este filme de docu-ficción.
Este horizonte de mirada se plasma directamente en los personajes infantiles mediante el juego y los prejuicios. Un juego que exige la participación activa del receptor para que se actualice, para que haga presente la obra; lo cual se puede vincular directamente con los niños que se hacen pasar por talibanes o incluso por americanos, identificándose con las figuras que tenían el poder del momento, imitando a sus padres y jugando a ser mayores. Estos niños «malos» solo conocen la violencia que han ido encontrando en el país y tratan de comprenderla a través de un juego, usando palos a modo de fusiles. La guerra ha pervertido a los niños «malos» del filme y mediante esa mirada desprejuiciada infantil, consideran que apedrear a Baktay por querer ir a la escuela y llevar un pintalabios es algo normal, el problema es que el juego está a punto de convertirse en realidad si no fuese por la llegada de Abbas, creando una tensión que va creciendo durante varias secuencias del filme a pesar de que la niña no quiera «jugar a la guerra».
En este punto también cabe remarcar la importancia de la palabra y el poder que ella conlleva, el adoctrinamiento a través del silencio y el lenguaje como horizonte. En primer lugar, el no acceso a la educación ubica a la mujer en un estrato inferior, tal y como podemos comprobar en esta narrativa digital. Los niños “malos” del filme saben leer, saben escribir y pueden hablar cuando lo desean, tienen el poder de la comunicación y del lenguaje, teniendo la libertad de crear historias e identidades como ocurre en su juego. Es así como la imaginación no sólo condiciona la aprehensión de la realidad, también lo hace con la vida propia, sirviendo por tanto la imaginación mediante esta experiencia lúdica para aprender los modelos o esquemas de vida y expresarlos o interponerlos a la fuerza como ocurre en este caso. Sin embargo, Abbas y Baktay, no tienen voz y cuando tratan de tenerla, son silenciados mediante violencia. Pronto, el pequeño Abbas, entiende el juego y sabe cómo salir de él y simplemente dice: «muere y te dejarán en paz», pero la niña no quiere dar su brazo a torcer, no quiere seguir sus valores y normas, ella solo quiere aprender a leer y escribir y, siendo tozuda, no va a dejar que nadie se interponga en su deseo, poniendo en juego todo su ser para hacer realidad el deseo de saber, lo cual no acaba consiguiendo, dejándose «morir» al final de la obra. Y es que la hermenéutica tal vez sea eso, dejar que algo se comunique, que el arte vuelva a hablar, pero que ese juego sea mutuo, recíproco y bidireccional, reactivando la obra y poniendo de nuestra parte en ese deseo de aprender que tiene Baktay, cuidando la obra, y el cuaderno, en todo su proceso.
El cine abre un mundo de sensibilidades para el espectador donde este, mediante las imágenes de carácter ficcional, su imaginación y sus prejuicios trata de crear una nueva realidad junto a la obra, no encontrándosela en ella, sino descubriéndola, desvelándola y produciéndola juntos. Y es que la obra se toma como punto de partida hacia la Verdad (alétheia), siendo una relación recíproca entre obra e intérprete, una mutua construcción donde la pantalla, y, por tanto, la obra, nos mira y nosotros la miramos a ella, tomándose la hermenéutica como un ejercicio comunicativo, transformativo e interpretativo para lo que se necesita un espectador activo, el cual no solo va a ser un mero receptor de la obra, sino que también va a actuar como autor de ella y ella de él. La obra significa en virtud de la lectura que este haga, pero nunca se cierra, dando la posibilidad de infinitas interpretaciones. El espectador se va a identificar por completo con Baktay, con ese infante que en antaño estaba aprendiendo a leer y va a encontrar esa lucha contra la sociedad, observando la vida cotidiana tan cruel a través de los ojos de una inocente niña.
En este punto del análisis convendría hablar sobre el concepto de «verdad», cómo esta se “plasma” en el filme y cómo se devela cuando Baktay destapa el rostro de las niñas de la cueva y las saca de ella -haciendo un gran símil a Alegoría de la Caverna de Platón-. Ella les está tratando de desvelar una «verdad», otra «verdad» muy diferente a la que ellas piensan. Por otro lado, también encontramos secuencias en las que la «verdad» es forzada a desocultarse como cuando ella se tapa los ojos y los niños quieren que vea cómo le pegan a Abbas. Platón, mediante su mito ya teorizaba sobre esta idea de vivir en una realidad ficcionada, realidad que parecen vivir los niños «malos» mediante su uso de la «verdad». Pero es que la «verdad», es una «verdad» condicionada que está mediada por la conciencia concreta que somos cada uno y por el dasein (ser-ahí), el cual busca existir y dialogar con la obra para poder comprenderla. Esta hermenéutica vinculada al comprender y al proceso de desvelamiento no solo se queda ahí, sino que también indica que para entablar un diálogo con la obra hay que cuidarla (sorge), tal como la niña cuida su cuaderno o los vecinos su relación de amistad, siendo a través de esto una forma también de autocomprensión que también vincula directamente al espectador del filme.
Mediante un estudio de lo cinematográfico podemos llegar a encontrar ciertas significaciones especiales dentro de la propia película mediante el uso de los planos secuencia que acompañan a la protagonista, a través del uso de los tonos desaturados del filme o mediante el sonido y la ausencia de este. En último lugar, podemos hacer una breve referencia al cine iraní, encontrando grandes influencias de figuras como Abbas Kiarostami y Majid Majidi. Este tipo de cine bien es cierto que tiende a presentar historias sobre la crueldad del hombre usando a niños como protagonistas, pero, considero que la principal virtud del filme, la cual lo hace distanciarse de otros, es la sencillez y el simbolismo de la imagen para mostrar este mensaje antibélico y reivindicar el acceso a la educación para todos, dejando atrás las tradiciones y fanatismos religiosos que, esquinan, cuando no anulan, el desarrollo humano y, sobre todo, el infantil.
Para vivir nos proyectamos primero imaginativamente a través de una serie de pautas las cuales se pueden relacionar directamente en el filme con el horizonte y el prejuicio. Considerando que no existe la verdad eterna y, por tanto, es imposible crear ningún método universal para llegar a ella, se entiende que esta debe adecuarse a cada caso en concreto, a cada dasein. El horizonte se toma como la visión, como el conjunto de posibilidades que todo intérprete lleva consigo en una determinada situación hermenéutica mientras que el prejuicio sirve para abrir la puerta a nuevos mundos y, por tanto, a nuevos sentidos, a nuevas realidades tomadas como «verdad». La tarea hermenéutica de Baktay consiste en modificar su propio horizonte y, mediante una fusión de horizontes, tratar de comprender la idea de «verdad» que tienen los niños «malos». Es así como mediante el diálogo, el horizonte del intérprete puede ensancharse hasta su fusión con el horizonte del objeto que desea comprender. Asimismo para desocultar la verdad se necesita «aprender a ver» y qué mejor forma de explicar esto que con las palabras al final del filme de Abbas hacia Baktay: “¡muérete, si no, no serás libre!”. Quizá, solo perdiendo la inocencia que acompaña a la protagonista que discurre su camino a modo de Odisea, pueda por fin, dejándose derrotar, usar su cuaderno y aprender historias divertidas en esta fábula lírica, pero, los muros de la intolerancia no pueden parar las ganas de crecer y aprender de la niña de ojos infinitos.
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