Al entrar en los cementerios de nuestra ciudad o cualquier pueblo o ciudad, la historia queda reflejada con una claridad a prueba de negacionismos o de seudohistoriadores a sueldo.
Por un lado, se pueden ver grandes panteones, mármoles, granitos. Leyendas como “Fulatino de tal, murió en 1936 por Dios y por la Patria”, flores con lazos de la bandera de España. Pero, al llegar al final, ya lejos de la entrada, se abren grandes solares sin tumbas. Sólo tierra, sin nombres, por supuesto sin mármol ni granito. Por supuesto, allí no está “España”.
Es la realidad social, aún hoy, 80 años después. Los vencedores, localizados y honrados. El día de su funeral y cada vez que algún familiar quiere recordarlos. Sin embargo, los perdedores y los perseguidos y fusilados tras el golpe de Estado que partió a España en pedazos, puede que estén en esos llanos, en ese lugar donde, si algún día esta “democracia” se digna en reparar semejante barbarie y vergüenza, aparecerán algunos miles. Tras más de 40 años, los llamados “socialistas” que de ello no tienen nada, han abandonado incluso a sus fusilados. No han movido un dedo para encontrarlos, reparar su memoria, honrar su valentía por defender el orden legal democrático frente al fascismo, y darles el adiós que muchos familiares no han podido darle porque han fallecido por la edad con esa lágrima. Sólo ahora, y por la presión de los grupos memorialistas, no han tenido más remedio que espurrear unas cuantas monedas para ir contentando a un colectivo que con su actitud pacífica y admirable demuestra su condición. Parece que se estuviera intentando decir que no se puede ir de buena fe, que así nadie hará caso. Pero estas gentes no van a cambiar una actitud que demuestra, con hechos, no sólo con palabras, que sólo quieren encontrar y despedir a sus muertos. No quieren venganza.
En frente, aquellos que se dan golpes de pecho y hablan de no abrir heridas, pero, con sus hechos, demuestran que la humanidad la perdieron al poco de nacer y no van a recuperarla.
Hoy le tocó volver a luchar por honrar a quienes sembraron para una España mejor a un gran puñado de cordobeses y cordobesas. Hoy, en el Cementerio de la Salud, se recordó, homenajeó y honró a no se sabe muy bien quienes ni cuántos. Porque hay quienes siguen queriendo que no se sepa, para seguir tapando sus vergüenzas. Hoy, unas 700 personas escucharon poesía, música y lanzaron clavales que esperan que empiecen a aclarar el terreno mientras llegan las palas y las gentes expertas a buscar a sus seres queridos. Hoy, en el cementerio cordobés, había familiares de personas desaparecidas, pero también había quienes aún no teniendo a nadie cercano víctima del franquismo, lloran de rabia ante la injusticia y la inhumanidad de esta situación. Gente que fue a manifestaciones cuando morían otros a manos de ETA, sin preguntar quién era el asesinado y negándose a buscar algún motivo por su muerte. Con eso no se podía ni se puede hacer política. Con el dolor, no. Esas mismas personas, buenas personas, estaban hoy en el cementerio. Otras siguen poniendo impedimientos para, de verdad, cerrar heridas. Porque, en realidad, no quieren cerrarlas. Viven de ellas y disfrutan comprobando con sentirse superiores a quienes piensan diferente.
“Me dicen que no te fuiste, mi bien, que te desaparecieron. Que te vieron en estas puertas gritando vivas a la libertad. Que de pronto te esfumaste, que te borraron del mapa, que ni siquiera naciste, que medio loca mamá te inventó. Tango de las madres locas, copla de amor y silencio, con vida se los llevaron y, aún sin vida, los queremos”
Pero te saltan a la yugular una serie de yihadistas católicos anónimos si hablas de la complicidad de la iglesia católica con el fascismo y como bendecían a los asesinos y metían bajo el palio al mayor de los asesinos, o enterraban a otros asesinos en sus iglesias, en las mismas que ahora les hacen misa en su recuerdo porque alma no tienen desde luego.