No es de extrañar que sea en Suecia donde se haya expresado con más ilusión y activismo las manifestaciones contra el cambio climático a cuya cabeza ha aparecido la joven estudiante Greta Thunberg con una proyección mundial. Desde que desde agosto de 2018 que inicio su movimiento de un día sin colegio, para llamar la atención sobre este gran problema mundial, su popularidad le ha hecho intervenir en muchos países. Estuvo en la cumbre del clima de Katowice (Polonia), en el Foro de Davos (Suiza) y ha viajado a Bruselas (en tren y no en avión para limitar la contaminación) para hablar alto y claro de cómo ve el mundo. En una conferencia con la sociedad civil, organizada por el Comité Económico y Social europeo expuso: «Sabemos que la mayoría de los políticos no quieren hablar con nosotros. Está bien, tampoco nosotros queremos hablar con ellos. Queremos que hablen con los científicos y los escuchen, porque nosotros repetimos lo que dicen, que no cambien de tema porque no han hecho sus deberes».
Suecia ya introdujo en los años sesenta en la programación escolar la asignatura de Ecología, propiciando también la cultura medioambiental a través de la prensa, radio y televisión. Por ello no es raro que el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), naciera del encuentro en la Conferencia de Estocolmo de 1972 propiciado por la UNESCO y con sede permanente en Nairobi. Y, sin embargo, esa atención y preocupación por el medioambiente, no impide que Suecia sea uno de los países con mayor desarrollo económico y social y con gran atención por los problemas de los países menos favorecidos.
En mi desplazamiento a Suecia hace unos diez años, para visitar a mi hijo, que, hacia una estancia en la universidad de Upsala, me quede sorprendido del alto nivel tecnológico de la Amstromg University de esa ciudad, en contraste con su preocupación por el reciclaje; existiendo en los mercadillos y en la zona comercial tiendas de venta de ropa y objetos usados. De lo que también tengo noticias de otro país escandinavo como es Noruega.
Mientras en España a la vez que se ha generado desde 1971 una prolija legislación ambiental e incluso la creación de la Licenciatura de Medioambiente, de la que una de mis hijas salió de la primera promoción en Córdoba con varias matrículas de honor. Como no se convocan plazas ni por las empresas ni por las administraciones públicas, tuvo que opositar para trabajar en un puesto de Administrativo. Y asimismo sucede con otros compañeros de carrera. O sea, para cubrir el expediente de cara a Europa, que nos está sancionando por permitir los pozos que minan los acuíferos de las Lagunas de Daimiel o Doñana.
No hay duda, que la protección del medioambiente debe comenzar con un cambio en la actitud de las personas, motivado por la sensibilización y la educación, pero a su vez debe estar protegido como un derecho por los poderes públicos, por sus efectos perjudiciales en la salud de las personas y del planeta. Pero a pesar de haberse instituido múltiples organismos en los niveles municipal, autonómico y estatal, (cuyos puestos, en su mayoría, han sido copados por advenedizos) y la creación de parque naturales y espacios protegidos, es un hecho, que el medioambiente está condicionado en manos de desaprensivos e intereses económicos y políticos.
La lista de industrias contaminantes como Cosmos en el entorno del casco urbano de Córdoba o la Central Térmica de Puente Nuevo en las proximidades del Valle del Guadiato, las parcelaciones clandestinas en la sierra, campiña o en los entornos de los ríos, los pozos ilegales y las fosas ciegas para el vertido de excrementos y residuos que perjudican gravemente las capas freáticas, con olores repugnantes en los entornos de los arroyos en la proximidad de los pueblos; y del puente Romano y La Mezquita por ejemplo, el alto nivel de contaminación del aire en Córdoba ciudad y provincia, como ha aparecido en las noticias de hace unos días en los medios de comunicación, etcétera, etc.,.. es un grave atentado para la salud y sobre todo a la de los niños.
Todo ello hace necesario la movilización de las personas consecuentes con el futuro de las nuevas generaciones. El 20 de septiembre nos convocan los jóvenes. Ayudémosles.
Profundas reflexiones sobre el cambio climático y la necesidad de concienciar desde la escuela de la importancia de la protección del medio ambiente. Hagamos que nuestros hijos sean los primeros defensores de nuestro planeta.