Laura Llorca
Ante el problema del Cambio Climático, del impacto medioambiental que ha generado la actividad humana en el planeta, a menudo nos preguntamos qué podríamos hacer. Guillermo Contreras, nuestro compañero de Ecologistas en Acción, nos señala dos ejemplos en los que se toman medidas para paliar el desastre ecológico provocado por las personas.
Con el elevado consumo de recursos materiales y energéticos, hemos puesto el planeta al borde de una crisis climática y una crisis energética que tiene muy difícil solución. Sin embargo, vemos que cuando los Gobiernos y las Instituciones Internacionales se reúnen en las Cumbres Climáticas y adquieren grandes compromisos, que saben que no van a cumplir, para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero o la contaminación ambiental, nunca incluyen el transporte aéreo y el transporte marítimo. Ponen limitaciones al uso de los vehículos privados, la industria, el turismo…, en los sectores «difusos», de manera que dos grandes medios de transporte, con grandes efectos contaminantes, circulan con total impunidad.
La Organización Marítima Mundial permite, por ejemplo, que circulen grandes barcos que funcionan con un combustible cuyo contenido en azufre es de 35.000 partes por millón de azufre. Esto es, 3.500 veces mayor que el que se usa para el coche privado, que es de 10 partes por millón de azufre. Esto es debido al tipo de combustible que se usa para los barcos, que es más barato y contiene mucho azufre, cenizas y metales pesados. El combustible refinado es mucho más caro, por eso se usa para barcos este otro tipo más sucio. Los 15 barcos más grandes que circulan por el mundo emiten tanta contaminación ambiental como 760 millones de vehículos.
La contaminación ambiental que genera el transporte aéreo y el transporte marítimo es muy superior a la que generan los vehículos privados. Se ha calculado que, en 2017, una única corporación de cruceros de lujo, emitió en las costas europeas 10 veces más contaminantes que los 260 millones de coches que circulan por Europa.
Los países más perjudicados por estas emisiones somos España, Grecia, Italia, y las ciudades más perjudicadas, Barcelona, Palma de Mallorca y Venecia. Ciudades que baña el Mediterráneo, un mar cerrado que, con este problema ambiental, se ha convertido en una verdadera cloaca. En estas ciudades costeras, con 325 millones de habitantes, el tráfico marítimo supone el 40% de la contaminación ambiental total que afecta a estas ciudades. En Europa hay medio millón de muertes por contaminación ambiental. Esto se puede saber fácilmente, los organismos que lo estudian se encuentran con que los picos de contaminación coinciden con los picos en asistencia a urgencias hospitalarias. Está perfectamente estudiado por las instituciones, como el Ministerio de Salud o la Agencia Europea de Medio Ambiente. Se sabe, pero no se hace nada que pueda molestar a los poderes económicos o a las grandes corporaciones.
Pero si hay voluntad política, sí se pueden tomar medidas para paliar la contaminación del tráfico marítimo, como las que se están tomando recientemente para algunos mares como el Mar Báltico, el Mar del Norte, o Canal de la Mancha, que se han definido como «áreas de control de emisiones». Allí, la reducción de emisiones ha sido del 80%, y se ha conseguido limitando de 35.000 a 1000 partes por millón de azufre el combustible permitido para navegar.
Otro ejemplo de actuar con sensibilidad ante el problema de la contaminación generada por el tráfico aéreo ha hecho reaccionar a los Parlamentos francés y holandés, que están estudiando propuestas para no permitir vuelos entre ciudades que tengan una conexión ferroviaria de menos de 3 horas por trayecto. Estos países han sido sensibles ante la evidencia de que la aviación es altamente consumidora de combustibles fósiles y emisora de gases de efecto invernadero y esta es una forma de reducir las emisiones derivadas por esta actividad humana. El primer proyecto que se está estudiando es en el trayecto desde Amsterdam a Bruselas que, con una distancia entre ellas de unos 300 kms, en avión se tardan 45 minutos y se necesitan 50 kg de CO2 por pasajero y trayecto. Para el mismo recorrido en tren, se tarda 1 hora y 50 minutos, y se generan 2 kilos de CO2, 25 veces menos. La diferencia de tiempo no es tan significativa como lo que se evita en emisiones, sobre todo teniendo en cuenta el nada desdeñable aumento de tiempo requerido en llegar a los aeropuertos, siempre significativamente fuera de las ciudades, así como el tiempo de antelación al despegue o el necesario para la recogida de maletas facturadas.
Para el trayecto Madrid-Barcelona, con 500 km de distancia, el viaje en avión dura una hora y cuarto, y se requieren 80 kg por pasajero. En tren, el trayecto dura 2 horas y media, y se emiten menos de 8 kg por pasajero, 10 veces menos. Este tipo de trayectos tienen una diferencia de emisiones que se sitúa entre 10 y 20 veces menos en tren respecto al avión.
Los gobiernos y los parlamentos tienen la potestad de regular las normas que garanticen el bien común, entre ellos, la salud pública. Así que, no deberían nunca prevalecer en sus decisiones los intereses de las grandes corporaciones. Nunca debería estar por delante los intereses de quienes tienen como objetivo el negocio, frente a la garantía de un derecho fundamental; que no perjudiquen tu salud sin saberlo. ¡Así está el mundo!
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