En el Estrecho de Gibraltar quedan unas 35 o 40 orcas ibéricas que constituyen una pequeña subpoblación de las orcas que viven en el Atlántico Norte. Estos interesantes mamíferos marinos son cetáceos odontocetos (cetáceos con dientes y no barbas) y son de pequeño tamaño en relación a las del norte, de entre 5 y 6 m.
Su alimentación predilecta es el atún rojo, y en Cádiz no es raro visualizar a orcas tras la llegada de los atunes en primavera. No siempre están en el Estrecho: llegan en primavera, pasan el verano y en otoño suben por las costas de Portugal y Galicia para dispersarse después por el Atlántico.
Pero en el Estrecho, el enorme tráfico marítimo, de hasta 300 buques al día y más de 100.000 al año, la actividad portuaria intensa, la contaminación de las aguas, los ruidos…, suponen amenazas importantes para la supervivencia de estos cetáceos.
Es por esto que ya en 2011 la Orca Ibérica fue catalogada como especie vulnerable por el entonces Ministerio de Medio Ambiente (RD 139/2011); más tarde, en 2017, se publicó la orden APM/427/2017, por la que se aprobaron las medidas de protección y el Plan de Conservación de las Orcas del Estrecho y Golfo de Cádiz. Ya en 2019 la Orca Ibérica fue declarada «en Peligro Crítico» en la Lista Roja de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN).
Según Ecologistas en Acción Andalucía, a partir de 2020, las orcas del Estrecho empezaron a mostrar comportamientos anómalos y extraños, interactuando con veleros y pequeñas embarcaciones. En ese año 2020 se citan 52 interactuaciones entre el Estrecho y Galicia; en 2021 se contabilizan 197 interactuaciones y en 2022 llegaron hasta 207, y el problema continúa.
Las causas de estas interacciones y el comportamiento reincidente de las orcas del Estrecho de Gibraltar serán el objeto de estudio de las navegaciones del Diosa Maat y sus activistas ambientales, buscando saber a qué se debe este comportamiento y si es bueno y posible evitarlo.
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