Ha muerto Julio. Se marchan con él su corazón rojo, su mirada prendida como un faro incesante, su palabra dorada como una colmena: laboriosa, aguijoneante, exquisita. Quedan, para quien pueda blandirlos, su guante de seda y su puño de acero: un excálibur que aguarda nuevas manos valientes.
Ha muerto Julio. Queda su compromiso republicano como un edificio acogedor y vivo; su defensa de lo público como casa común y fuerte. Se apaga Julio pero sigue encendido su programa: la sintonía a pie de calle, los principios hasta el final, el ejemplo y la pedagogía. Porque quien quiso vivir como maestro ni aun muriendo puede dejar de enseñarnos.
Un 16 de mayo ha muerto Julio. Porque el 15-M se nos quedó pequeño, la grandeza de Julio sigue invitándonos a dar un paso más. Porque la utopía sigue estando lejos, pero también sigue siendo la que nos anima a caminar.
Ha muerto Julio pero no han muerto sus semillas. De una de ellas brotó Córdoba en Común, y desde sus ramas múltiples, libres y solidarias, hoy queremos abrazar a la familia que nos deja, a la familia de sangre y a la familia de aliento: la gran familia de la izquierda. Y también queremos abrazar a una familia aún mayor: la de quienes vieron en la honestidad, en el rigor de Julio, un espejo en el que mirarse, una balanza para medir la verdad, la justicia, el bien común al que debe servir quien quiera hacer política. Porque para apelar a la inmensa mayoría se necesita tan solo una inmensa coherencia.
Ha muerto Julio. Pero el llanto de hoy debe regar la cosecha de mañana. Para que de las semillas crezcan árboles, atalayas vigorosas que no impidan ver el bosque: un bosque en el que podamos cobijarnos, que dé fruto generoso y nueva semilla, que honre como merecen a quienes generosamente lo sembraron.
Con el mayor afecto y cariño de la comunidad de personas que formamos Córdoba en Común.
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