La conferencia episcopal española destaca del resto de Europa en su defensa de grupos políticos como Vox. Valgan tres ejemplos: el obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig, conocido por su homofobia, el de Córdoba, Demetrio Fernández, conocido por su misoginia, y el obispo de Cádiz-Ceuta, cuyo delegado episcopal de Fundaciones (nombrado directamente por él), el general Rosety, será el número uno de la formación de Abascal en esta provincia. Obispos que no solo le dan la espalda a los derechos humanos, sino al mismo Evangelio al que dicen profesar.
Imagínense por un momento que el imán de una mezquita o el rabino de una sinagoga de algún lugar de nuestro país dijera que la igualdad de género “es una bomba atómica que quiere destruir la doctrina que profesan y la imagen de Dios en el hombre y la imagen de Dios Creador”, o que los gais “se corrompen y se prostituyen. O van a club de hombres. Os aseguro que se encuentran en el infierno”. ¿Qué pensaríamos? ¿Qué medidas inmediatas se tomarían? Diríamos que son unos peligrosos machistas u homófobos que atentan contra los principios de un Estado democrático y aconfesional, y, muy posiblemente, la fiscalía abriría diligencias contra la postura del imán o del rabino sin la necesidad de ninguna denuncia ciudadana y aplaudida por todo el mundo. Sin embargo, no ha sido ningún imán ni ningún rabino, han sido los obispos de Córdoba y de Alcalá, respectivamente.
No es la primera vez que estos mandatarios eclesiásticos manifiestan su ideología más integrista a través de declaraciones polémicas que le hacen un desprecio enorme a la ciudadanía en general y a muchos cristianos/as que trabajan por un mundo fraterno, justo e igualitario. Obispos que, a través de sus cartas pastorales, atacan a la mujer: la mujer sirve para «dar calor al hogar, acogida y ternura», y el varón “representa la autoridad”, además de considerar un “aquelarre químico” la fecundación in vitro.
Son eclesiásticos que pertenecen a la línea más ultraconservadora de la Jerarquía católica. Personas que no dejan de generar conflictos, que no debate o diálogo, en la opinión pública. Se dice de ellos que pertenecen a la ideología rigorista de la Iglesia, o lo que es lo mismo muy alejados del Vaticano II, y no digamos del Evangelio, en el que las palabras inmatricular, condenar, marginar, intolerar, señalar, castigar, imponer, excluir… no tienen cabida. Una Iglesia que tiene excesos de condenas y defectos de acogida no es la iglesia de Jesús. Un Jesús de Nazaret que no quiere templos de piedra, nunca hubiese inmatriculado nada; quiere templos humanos donde habite la gracia del Espíritu y eso no se puede inmatricular. Jesús no está en la Catedral, ni en las pompas y grandes espectáculos para beneficio y honor de la propia institución, tampoco está en el palacio episcopal, ni en los hábitos. Está en el corazón del que vive las bienaventuranzas sea ateo o no, profese una religión u otra.
En definitiva son los obispos de Vox, junto a los movimientos más conservadores, como las comunidades neocatecumenales, los llamados kikos, o el Opus Dei, de los que surgen muchos de los candidatos de Vox al Congreso y Senado. No es de extrañar que en diócesis como Alcalá, Córdoba, Sevilla, Burgos u Oviedo tengan un mayor presencia y arraigo organizaciones como Hazte Oír, que se han entregado a alentar, desde sus terminales mediáticas y propagandísticas (arraigadas en muchas diócesis), el voto a la formación de ultraderecha. Además de 13TV y la cadena Cope sufragadas por la Conferencia Episcopal Española. Precisamente una de las causas por la que Bergoglio no haya visitado aún España es debido al escoramiento hacia la ultraderecha de los obispos.
¿Quién permite esta situación? Los gobiernos del Estado. En 40 años no solo no han puesto a la Jerarquía católica en el lugar que le corresponde en un Estado Aconfesional, sino que le han concedido todo tipo de privilegios: en 40 años se sigue enseñando religión en la escuela pública, en 40 años siguen gozando de todos los privilegios económicos y patrimoniales, en 40 años han inmatriculado el patrimonio más valioso del país, en 40 años no han desenterrado a los generales golpistas, Franco y Queipo de Llano, de las basílicas en las que reposan, en 40 años siguen existiendo capillas y capellanes en hospitales, cuarteles, universidades… En 40 años el nacionalcatolicismo está emergiendo con más fuerza que nunca.
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