Nos encontramos ante la ópera prima de Carmen Blanco, un drama romántico que nos habla sobre la amistad, la pérdida de ella y la evolución de la protagonista, Eva (Blanca Parés), con el paso del tiempo, creando así, un retrato intimista que obtuvo el premio a mejor dirección y el premio de la crítica en el Festival de Alicante de dicho año. En el filme Eva vuelve a su ciudad natal para pasar las vacaciones de verano tras una ruptura, con el fin de superar y cerrar una etapa sentimental de su vida. Cuando por fin está disfrutando de la compañía de sus amigos y su familia, aparece de nuevo Rubén, una amistad -limítrofe con el amor- que desapareció durante muchos años sin despedida alguna y que ahora quiere volver a retomar la extraña relación. Eva, infeliz y ciertamente desilusionada, quiere volver a encontrar su hogar, pero ni las obligaciones profesionales -como diseñadora gráfica-, ni esta nueva llegada por sorpresa a su vida, le ayudan a superar el pasado agotador y hacen que quiera volver a huir lejos de casa. Este universo de relaciones interpersonales y sociales, de ansiedades internas, dolor, autoengaño y frustraciones -las cuales son capaces de hundirte o de sacarte a flote- son las que pretende transmitir Carmen Blanco en su película. Un cuento moral y generacional que habla tanto del pasado como del presente y de cómo este primero no nos deja avanzar si no tomamos las decisiones correctas y superamos ciertas cicatrices, aprendiendo a convivir con ellas día a día, afrontando el presente y encontrándonos a nosotros mismos y nuestra realidad.
Esta pequeña producción de bajo coste -grabada con cámara DSLR- perteneciente a una pequeña productora en la que participa la propia directora y el director de fotografía, Jacobo Herrero, presenta a unos actores muy bien elegidos que les dan un fuerte carácter a la vez que sutileza y sentimientos a esos espacios casi vacíos que nos presentan la mayoría de tomas, lo cual demuestra que no es necesario un decorado costoso ni llamativo para expresar una buena historia y mostrar una increíble fotografía e iluminación. Igualmente cabe hacer referencia a la banda sonora, creada especialmente para el guion de la película por parte del grupo de rock español McEnroe y que enfatiza ciertos momentos melancólicos de la trama mediante el uso del acústico. Pero dejando de lado esta banda sonora, lo más importante del filme, son los silencios, y cómo estos sirven no solo para mostrarnos el interior de una persona y sus propios sentimientos, sino que son momentos en los que el propio espectador va a tener que rellenar los huecos de forma activa. Estos silencios y miradas, también se nos presentan como ya hemos comentado, en espacios casi desérticos que enfatizan aún más, la sensación de soledad y vacío que siente la protagonista. Así, vamos a encontrar secuencias de Eva comiendo, duchándose o durmiendo, presentándonos Blanco ese lado `cachorro o primitivo´ más naif de una persona. Esas necesidades vitales que no suelen mostrarse en la mayoría de las películas sino que se suelen omitir mediante el uso de la elipsis y que en esta ocasión, su uso nos hace entender y sentir a los espectadores esa desolación que siente Eva, la cual podemos comprobar cómo necesita la compañía de alguien para sentirse completa de nuevo, lo cual le hace mostrar una gran dependencia emocional. Esa mirada subjetiva que nos muestra toda la historia a través de los ojos de ella -la cual aparece en todos los planos de la película- nos hace sentir naturalidad, nos hace sentir que su historia es verdad, metiendo al espectador de lleno en la película y llegando a hacer que este se identifique hasta cierto punto con Eva ya que todos, al fin y al cabo, hemos pasado por una etapa en nuestras vidas de vacío y fragilidad emocional.
Desde el propio título –Los amores cobardes– se nos muestra esa falta de valor para tomar decisiones que nos hacen olvidar y superar cicatrices internas y que no tomamos por miedo, un miedo que nos hace anclarnos aún más en ese vacío sentimental lleno de inseguridades y de `cobardía´. También podemos ver en la frase final del propio tráiler la frase “el amor solo está hecho para los valientes” volviendo a hacer alusión a la trama de la historia.
La película fue presentada en el Festival de Málaga -sección oficial Zonazine-, lugar donde también fue rodada. Cabe destacar, además de que existe un cortometraje titulado Eva Regresa a modo de precuela de la historia, que el filme incluye numerosas referencias e influencias entre las que destacan las de los cineastas Hong Sang-soo y Sofía Carmina Coppola y películas como Rebel without a cause (Nicholas Ray, 1955) o The bridges of a Madison country ( Clint Eatwood, 1995). De esta forma, encontramos cierta contención verbal y emotiva característica de la cultura británica y el hecho de cómo la imagen y la ausencia de sonido, es capaz de mostrar el estado emocional de los personajes y la relaciones entre ellos. Asimismo cabe hacer referencia al hecho de que Carmen Blanco se identifica con un grupo directores actuales que quieren mostrar en el mundo audiovisual una manera distinta de sentir: una juventud que trata de buscarse, plasmando así en su obra una generación de personas que están teniendo que emigrar de nuevo para ganarse un futuro y cómo la vuelta al considerado hogar y el paso del tiempo, hacen que nunca sea nada igual a cómo lo recordábamos en el pasado, ya que el propio tiempo pasa por los lugares, por las personas y hasta por nosotros mismos, siendo narraciones personales desde el presente filtradas por los intereses personales y por la distorsión de la memoria. En último lugar, he de indicar que la emancipación de la mujer es un tema demasiado actual en el que se hace mucho hincapié en el filme no solo mediante la protagonista sino en el hecho de cómo en cierto sentido por ser mujer tenemos que elegir quedarnos, elegir el amor y olvidar nuestros momentos de búsqueda interior mediante la soledad. Así, Blanco, nos presenta un filme independiente lleno de vacío punzante y de sentimientos puros y profundos a la vez que frágiles y devastadores que, mediante un lenguaje propio, nos descoloca y hacen replantearnos a los espectadores, esas decisiones «cobardes» que no tomamos por miedo.
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