Ayer hubo un incendio en el asentamiento chabolista del Camino de Carbonell. Los bomberos lo apagaron y la prensa local lo relató. Por dos veces se coló en su relato un conato explicativo del mismo: “el fuego se ha producido en un vacíe de basuras, plásticos y pastos que utiliza el asentamiento “, ”el fuego se ha originado, a las 17.28 horas, en una zona de pastos y donde se acumula mucha basura, pero no se sabe el origen del fuego”.
En verano, en zona de pastos y con material combustible es fácil que una chispa prenda, así lo atestiguan las leyes casi inexorables de la causalidad. Sin embargo, los asentamientos se “queman” en verano y se “inundan” en invierno no a causa del fuego y de la lluvia torrencial. Se queman y se inundan porque a las comunidades romaníes, que llevan viviendo en Córdoba más de quince años, todavía no se les reconoce, real y efectivamente, su “derecho a la ciudad”.
Ese derecho que se fue gestando durante el Foro Social Mundial el 1 y 4 de febrero del 2003, contrapunto a la noción de la ciudad como negocio mercantil, que discrimina a las personas que no tienen poder, bienes o propiedades. Es el derecho colectivo de los habitantes de las ciudades, en especial de los grupos vulnerables y desfavorecidos, que les confiere legitimidad de acción y de organización para lograr un nivel de vida adecuado.
Más de cuatrocientas personas viven empadronadas en Córdoba, se buscan la vida con las cosas que desechamos (desperdicios, residuos, calderilla), hacen sus compras en algunas de las tiendas que nosotros frecuentamos, llevan a sus hijos a la escuela, pero no tienen garantizado su derecho a la ciudad. Privados del acceso al agua y a la energía eléctrica, sin drenaje de las aguas pluviales, sin alcantarillado para las aguas sucias, en estructura habitacionales inestables de maderas y plásticos, esas cuatrocientas personas viven física, simbólica y realmente como si no pertenecieran al cuerpo ciudadano, como los parias europeos del siglo XXI. Cuatrocientas personas que reciben algunas migajas de la vida ciudadana, pero están expuestas al fuego, a las inundaciones, a las infecciones contaminantes. Cuatrocientas personas que son acusadas de vivir entre la basura y subrepticiamente culpabilizadas cuando sus viviendas se queman.
Victor, Crisanta, Florina, Stefan, Lucica, Alin…y algunos de sus hijos, casi cincuenta personas vieron ayer como los pastos próximos a la chabola se quemaban, vieron cómo los bomberos apagaban el fuego y ya de noche, todavía con las brasas latentes y las cenizas humeando, regresaron a sus chabolas para sobrellevar sin una ducha fría la noche más caliente del verano cordobés.
¿Qué día saldremos a la calle para reivindicar su derecho a la ciudad?
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