Se comete una falta de respeto a la historia cuando ésta se manipula ideológicamente, sin considerar los datos científicos sobre la determinada época a la que se hace referencia.
Siempre me ha llamado la atención cuando estudiaba historia cómo se utilizaban diferentes verbos para referirse al mismo tipo de acontecimiento histórico: conquistar, invadir, tomar, descubrir. La Península Ibérica fue conquistada por el Imperio Romano e invadida por los musulmanes. Granada fue tomada por los Reyes Católicos y América descubierta por Cristóbal Colón. El verbo que expresa la acción en estos casos debería ser el mismo. O todo se conquista o todo se invade. Curiosamente la acción más peyorativa le ha sido asignada a los musulmanes. Nos invadieron como virus rabiosos dispuestos a acabar con nosotros. Sin embargo, a la hora de hablar de América nos vanagloriamos diciendo que la conquistamos, al igual que un amante conquista a su ser querido. A todas luces, nos hallamos ante una falta de rigor científico para nada ingenuo e inocuo.
No fue hasta el siglo XIX cuando Modesto Lafuente usó por primera vez el término Reconquista en su Historia General de España, término recogido por el diccionario de la Real Academia Española a partir de 1936. Por Reconquista se entiende “la recuperación del territorio hispano que invadieron los musulmanes en 711 y que terminó con la toma de Granada en 1492”. Según el profesor Alejandro García Sanjuán, el término Reconquista transmite la idea de que España es “una gran nación forjada en la lucha contra el islam”. En la misma sintonía, el catedrático de Historia del Pensamiento de la Universidad Complutense, Álvarez Junco, afirma que “(…) El término de Reconquista está ligado a la emergencia del nacionalismo español, que elabora la teoría de que la unidad nacional se logra con la conquista de Granada y la expulsión de judíos y moriscos”.
Hablar de invasión y de reconquista es ningunear nuestra historia andalusí, una de las etapas más gloriosas de la Europa medieval. Durante los ochocientos años del poder político arábigo-andalusí se construyeron nuestros grandes monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad. Nacieron los filósofos más sabios y distinguidos de la época. Florecieron las artes: la poesía, la música, la literatura; y las ciencias: la astronomía, la agronomía, la arquitectura, la medicina, la alquimia. Estos son los virus que nos invadieron y que supusieron el primer Renacimiento después de la Edad Antigua. Cuando el resto de Europa apenas estaba configurada en pequeñas aldeas al-Ándalus era un Estado formado por grandes ciudades: Córdoba, Sevilla, Granada, Toledo, Valencia, Murcia, Badajoz…
Analicemos algunas claves desmitificadoras del término Reconquista:
1.- Religiosa. Antes de haber sido conquistada la Península por los árabes no existía únicamente el catolicismo como una rama de la religión cristiana. Había diferentes tendencias, calificadas como heréticas por el catolicismo, a la hora de profesar la fe. Estaban los arrianos, los monofisitas, los nestorianos, los monotelitas, que tenían el denominador común de rechazar la naturaleza divina de Jesús de Nazaret. Mientras, el catolicismo se iba definiendo a través de los dogmas y excluyendo a los demás credos. No sería hasta los primeros siglos del segundo milenio, XI-XIII, cuando el poder central del papado y el desarrollo de la doctrina y de la moral católica (sacramentos, celibato, inquisición, cruzadas, dogmas…) llegan a configurar la religión católica tal y como la conocemos hoy día. En la Península llegaría a ser seña de identidad el “Santiago matamoros”, un icono que desvirtúa a cualquier religión, poniéndola en la antípoda del Evangelio, los dichos y los hechos del profeta Jesús de Nazaret. En definitiva, el cristianismo de los primeros siglos nada tuvo que ver con el que se profesaba cuando el reino de Castilla y el reino de Aragón fueron conquistando al-Ándalus.
2.- Política. Los visigodos no llegaron a controlar toda la Península ibérica. En la parte noroeste estaba el reino de los suevos y toda la cornisa cantábrica, desde la cordillera hasta el mar, zona poco romanizada, estaba dominada por astures, cántabros y vascones. Por otra parte, la Bética romana se encontró bajo dominio bizantino hasta finales del siglo VI, manteniendo sus ciudades, como Corduba o Hispalis, un fuerte acento autonomista por sus noblezas locales. Hasta el 584 Leovigildo no restaurará la paz tras la derrota de su hijo, consiguiendo Recaredo (586-601), hermano de Hermenegildo, la unidad religiosa, tomando como base el catolicismo. Como podemos comprobar, los reyes visigodos estuvieron navegando entre distintas ramas del cristianismo, sobre todo el arrianismo y el catolicismo. Por consiguiente, nada tuvieron que ver los reyes godos con el reinado de Castilla, considerada entidad histórica desde 1230, y con el reinado de Aragón (siglo XII).
3.- Geográfica. Si hacemos un recorrido por la geografía Peninsular, durante el poder arábigo-andaluz se construyó la fortaleza de Qūnka a finales del siglo VIII, que dio origen a la ciudad de Cuenca. La antigua Tirwal (que en árabe significa torre), actual Teruel, fue fundada en tiempos del califa Abderramán III. En la segunda mitad del siglo IX, el emir de Córdoba Muhammad I construyó la fortaleza de Madriz, actual Madrid, en un promontorio junto al río. Murcia fue fundada en el año 825 con el nombre de Madīnat Mursiya por orden de Abderramán II en el siglo IX. En este sentido, cómo se puede reconquistar lo que no existe. Asimismo, si nos centramos en el reino visigodo, la mayoría de las ciudades andaluzas ya existían antes de los siglos V-VII.
4.- Identitaria. Reconquista y nacional-catolicismo van de la mano. La conjunción de ambos conceptos es el andamiaje de la construcción ideológica, según la cual España y catolicismo son dos componentes indisociables en la historia Peninsular, pretendiendo como objetivo histórico y académico expulsar a al-Ándalus de la identidad nacional. Desde este posicionamiento, ni el emirato ni el califato de la dinastía Omeya deben formar parte de la historia de España. En resumidas cuentas, esta crucial etapa histórica fue un accidente marginal que es preciso extirpar. De esta manera, la Reconquista fue un término creado en el siglo XIX, época del auge de los nacionalismos en toda Europa, para afirmar el nacionalismo español. La función principal de la Reconquista fue convertir al ‘moro’ en el mayor peligro para la nación, el “decano de los enemigos de España”, según Martín Corrales. El historiador Claudio Sánchez-Albornoz elevaría la Reconquista al máximo rango, definiéndola como la auténtica clave de la historia de España y formulando, al mismo tiempo, uno de los preceptos básicos del nacionalismo español, según el cual España sería una nación forjada contra el islam. En la postguerra, máxima efervescencia del nacionalcatolicismo español, se llegó a situaciones rocambolescas como excavar la necrópolis visigoda de Castiltierra (Segovia) ante la inminente visita a España del dirigente nazi Heinrich Himmler (1940), distribuyendo muchas de sus piezas allí localizadas por diversos museos provinciales, con el objetivo de defender el origen ario del pueblo español a fin de estrechar lazos con Alemania. La investigación acerca de los visigodos en pleno régimen franquista se convirtió en un asunto de Estado. El argumento no era otro que los museos pudiesen explicar ese peculiar relato de una historia manipulada.
5.- Demográfica. La repoblación de las tierras conquistadas a los arábigo-andalusíes es otra falacia al igual que el término Reconquista. Paul Bairoch en el año 1989 hizo un estudio demográfico que databa la población de Córdoba y Sevilla durante el siglo X en un mínimo de 450.000 habitantes y 90.000 habitantes respectivamente. El historiador Leopoldo Torres Balbás, basándose en la extensión de los recintos murados de las ciudades de al-Ándalus deduce los doce ricos y populosos centros de civilización urbana desarrollada durante los siglos XI-XII con más de 15.000 habitantes: Córdoba (más de 100.000), Sevilla (más de 80.000), Toledo, Almería, Granada y Mallorca (más de 20.000), Zaragoza, Málaga, Valencia, Badajoz, Jerez y Écija (más de 15.000). De todos ellos, más de la mitad estaban en Andalucía, teniendo Córdoba más población que las cinco grandes ciudades no andaluzas juntas. La Sevilla Almohade y la Granada Nazarí superarían con creces los 100.000 habitantes. Conforme se fueron conquistando por el Reino de Castilla, las epidemias, hambrunas, expulsiones, guerras, huidas, etc. las fueron despoblando. Córdoba llegaría a los umbrales del año 1500 con una población menor a los 40.000 habitantes. Por consiguiente, cabe plantearse qué grado de repoblación castellana supuso la conquista en tiempos de Fernando III y Alfonso X. ¿Cómo la zona norte y Meseta Peninsular, carente de verdaderos núcleos de población y de una baja densidad demográfica, puede repoblar un territorio? El propio Menéndez Pidal llegaría a afirmar refiriéndose a Castilla: «(…) Comarca de muy escasa densidad de habitantes, como en general era escasa la del centro de la Península en lo antiguo».
Concluyendo, el término Reconquista pretende hacer un paréntesis, nada menos que de ocho siglos, en la historia de la Península ibérica. Para el nacionalismo español los tartésicos, turdetanos, celtas, romanos, visigodos, fenicios, cartagineses, griegos fueron artífices de lo que hoy conocemos como España. Los arábigo-andalusíes fueron la excepción que había que aniquilar. Otro “pecado” por el que la Iglesia institución y sus adláteres que conforman el nacionalcatolicismo tendrían que pedir perdón.
Fuente: Portal de Andalucía.
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