Cuatro de cada diez andaluces no fueron a votar en las pasadas elecciones para elegir al Parlamento de Andalucía de la XII Legislatura (la participación se quedó en el 58.3%). Ese mismo día, en la segunda y decisiva vuelta de las elecciones legislativa de la vecina Francia, la mitad de la población con derecho a voto no ejerció su derecho fundamental a la participación.
¿Qué está ocurriendo en nuestras democracias?, ¿qué razones llevan a una persona a no tener interés por ejercer el mínimo de su derecho a la participación política?, ¿por qué los jóvenes ya no participan en los partidos políticos?, ¿ha dejado de ser atractiva la democracia como idea de poder del pueblo?, ¿la corrupción reciente de muchos gobernantes y altas instancias del Estado está teniendo efectos desmotivadores para la participación política?, ¿son necesarias nuevas formas de participar en política?, ¿los enfrentamientos entre muchos de nuestros representantes pueden ser otra causa de desafección ciudadanía-poderes públicos?…podría seguir formulando preguntas metodológicas…
Creo que la sociedad española y su representación política necesitan una conversación sobre el diagnóstico y sobre posibles soluciones a la desafección en relación a la implicación directa en la gestión de la cosa pública, del bien común, a través de los mecanismos institucionales de participación, pues, la sociedad sí que es consciente de la importancia de lo público, como lo han demostrado los jóvenes en la última parte de la segunda década del siglo XXI reactivando la necesidad del cuidado del planeta o las diferentes iniciativas ciudadanas en defensa de la igualdad y de los servicios públicos. El problema sigue estando en la poca confianza en la representación política y la poca motivación para participar en la vida política.
Tengo la fortuna de estar en contacto con jóvenes universitarios, a los que imparto la materia Derecho Constitucional, y en concreto, uno de los temas versa sobre la democracia, la participación y los partidos políticos, y detecto en los seminarios prácticos en clase su alejamiento de la vida política. Esas mismas personas jóvenes manifiestan su desconfianza “en los políticos”, entre otras razones, expresan, porque no cumplen con sus promesas en tiempo electoral y las conductas poco ejemplares de algunos gobernantes implicados en la corrupción, incluido el no cumplimiento de sus obligaciones tributarias.
Sigo pensando que es necesario acometer cambios en nuestro modelo de participación en la vida política. Como es conocido, en mayo de 2021 la editorial Dykinson me publicó un ensayo bajo el título Los partidos políticos en la Constitución: las entrañas de la democracia https://www.uco.es/servicios/actualidad/sociedad/item/141258-el-profesor-de-la-uco-angel-b-gomez-puerto-publica-los-partidos-politicos-en-la-constitucion-las-entranas-de-la-democracia . En este trabajo parto de una preocupación detectada en las últimas décadas: lejanía creciente entre la ciudadanía y los partidos políticos, en definitiva, un cierto deterioro de nuestro Estado democrático tras más de cuarenta años del actual período constitucional iniciado en 1978.
En ese trabajo propongo cambios con el objetivo de recuperar la confianza entre ciudadanía, partidos políticos y representantes públicos, que concluyen con una reflexión final. Obviamente, cada una de las propuestas tiene explicaciones y fundamentos detallados en el desarrollo central del ensayo mencionado.
Las reformas que propongo parten de la idea de que el entorno social y político del constituyente de 1978 no es el que tenemos como sociedad en este inicio de la tercera década del siglo XXI, una sociedad que debate de política en redes sociales y blogs ciudadanos de opinión, una sociedad en la que las personas jóvenes militan poco en las actuales estructuras partidarias cerradas.
Posiblemente el texto constitucional es demasiado cauto con los mecanismos de participación ciudadana directa, seguramente porque veníamos de cuarenta años de negación de libertades, de derechos, de pluralismo político. Pero entiendo que se ha superado esa fase de temor, y en todo caso, no hay que tener miedo a la reforma del texto constitucional, que hemos de considerarla como lo que es, un mecanismo de defensa, de adaptación e incorporación de los nuevos anhelos sociales en la propia Constitución.
Estas son las diez propuestas para esta tercera década de siglo XXI, a fin de conseguir realmente una sociedad democrática avanzada, tal como expresa el Preámbulo de la carta magna:
- Instaurar un sistema de listas abiertas en los procesos electorales, para lo que sería conveniente una reforma de la Constitución, de su artículo sexto, y de la actual Ley de Partidos de 2002, con el objetivo de elección concreta de personas candidatas por parte de la ciudadanía dentro de las listas que presenten los partidos políticos.
- Implantar un sistema obligatorio de elecciones primarias para la designación de las candidaturas electorales, dado que los partidos políticos no son una mera asociación privada para participar en política, dadas sus relevantes funciones que les otorga la Constitución en la dirección política el Estado. Esta propuesta conllevaría, como mínimo, la reforma de la Ley de Partidos, para no dejar a la voluntad de los partidos la celebración de dichas elecciones primarias.
- Reforma constitucional para que la promesa electoral de los partidos políticos tenga un cierto carácter efectivo, al menos en relación con una rendición de cuentas ante la ciudadanía, o penalización para las candidaturas incumplidoras sin justificación, en los términos que desarrollo en el capítulo séptimo de mi ensayo.
- Facilitar las candidaturas al margen de los partidos políticos: menores exigencias y más apoyo financiero a las agrupaciones de electores y candidaturas ciudadanas, mecanismos electorales que están siendo utilizadas fundamentalmente en elecciones municipales, con alguna experiencia muy significativa en la actual Legislatura nacional, Teruel Existe, que cuenta con un representante en el Congreso de los Diputados y dos Senadores, tras las elecciones generales de noviembre de 2019.
- Establecer en el procedimiento de reforma constitucional algún mecanismo de iniciativa en manos de la propia ciudadanía, al margen de los partidos políticos, fomentando espacios de deliberación ciudadana para la reforma y adaptación del texto. Se trataría de la iniciativa legislativa popular para la reforma constitucional, dado que en nuestra Constitución no existe la llamada cláusula de intangibilidad, las decisiones del constituyente de 1978 no pueden ni deben ser eternas. La reforma de la Constitución es en realidad un mecanismo de defensa de texto, de actualización a las nuevas demandas y realidad social de cada momento. En derecho comparado, en Suiza existe esta posibilidad con 100.000 firmas a recoger y entregar en 18 meses de plazo. En España se podría implementar un mecanismo similar, con un porcentaje significativo de firmas acreditadas para iniciar el procedimiento de reforma por la ciudadanía, pues, de lo contrario, tal como está regulado actualmente, esa opción está hurtada a la propia ciudadanía.
- Fortalecer la Iniciativa Legislativa Popular para que sea obligatorio el debate y votación de la propuesta presentada por la ciudadanía, limitar al mínimo las materias excluidas de este instituto constitucional de participación directa, así como reducir el número de firmas (actualmente 500.000), ampliando el plazo para su entrega para hacerlas más factibles.
- Reforzar el instituto de participación directa por antonomasia que supone el referéndum, en cuanto que complemento de la democracia representativa, un contrapeso al cuasi monopolio de los partidos políticos, debiendo limitarse al mínimo las materias excluidas de consulta. Se trata de dinamizar la democracia representativa con el objetivo de regeneración y fortalecimiento democrático. La clase política debe superar el recelo actual a los mecanismos de participación directa.
- Hacer obligatorio el referéndum (y no consultivo como ahora está previsto) en determinadas materias que tengan especial incidencia en las condiciones de vida de la población, especialmente las que tengan especial vinculación con los contenidos del Estado social, estableciendo unos mínimos de participación y de votos a favor para que una determinada consulta se considere vinculante.
- Ampliar los sujetos activos para convocar el referéndum para que deje de estar en manos del Gobierno e indirectamente, por tanto, de los partidos políticos. Se trataría de que la ciudadanía a través de un número significativo y acreditado de firmas pueda instar de manera vinculante la convocatoria de un referéndum.
- Introducir las reformas necesarias para que la ciudadanía participe directamente en la elección de determinados órganos constitucionales como el Defensor del Pueblo, el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional. Se trataría de una elección directa por parte de la ciudadanía entre las personas candidatas que cumplan los requisitos que se establezcan (juristas de reconocida competencia en todo caso para el CGPJ y TC), en función de los planes de actuación de dichas candidaturas, en un procedimiento similar a los actuales procesos electorales.
Concluía dicho trabajo con esta reflexión final.
En este inicio de la tercera década del siglo XXI no podemos obviar que los partidos políticos, a pesar de sus deficiencias democráticas y sus modelos organizativos internos manifiestamente mejorables, siguen ejerciendo, en régimen de monopolio, el protagonismo casi absoluto de la vida pública, de la acción política diaria.
Dependerá de las iniciativas ciudadanas autónomas, al margen de las estructuras partidarias, que a lo largo y ancho de esta década puedan surgir nuevas formas de participar en la vida política, con el objetivo de ensanchar nuestra democracia, de hacerla realmente representativa, tendiendo al objetivo de participación directa.
En la voluntad ciudadana está esa posibilidad, para hacer realmente democrática nuestra relación con el Estado, con los poderes públicos, con un objetivo, lograr la felicidad y el bienestar general.
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