La mirada de Rafael Juan.
Según datos del Ministerio de Trabajo, desde enero a abril, es decir, en 120 días, 191 personas perdieron la vida ejerciendo su labor en su puesto de trabajo. Esto es, 1,6 personas diarias. En Andalucía, se ha producido un aumento del 30% entre 2013 y 2018. En Córdoba, sólo en el primer trimestre, hemos vuelto a recoger una medalla de oro, siendo donde más aumentó el número de personas fallecidas en el tajo, con un aumento, repito, en sólo tres meses, del 14,4%.
Hoy hemos conocido que un chico de 17 años, que se encontraba segando en Castro del Río, por el calor que soportaba se tiró a una alberca y el cambio de temperatura le ha provocado, primero entrar en coma y, lamentablemente, a las pocas horas, fallecer. Ahora vendrán las autoridades con medias verdades o mentiras para camuflar la realidad: lo último que ponen nuestras autoridades en el centro de su trabajo es la vida y la salud de las personas, al menos las trabajadoras.
Es inconcebible e inhumano que en pleno siglo XXI, cuando operamos a través de internet con robots para salvar vidas, sigamos consintiendo que mueran personas en sus trabajos por falta de seguridad e higiene y, en sitios como Andalucía, por calor. Las leyes son laxas, pero las pocas que hay no se cumplen (¡ay otra vez los que exigen el cumplimiento de la ley para las banderas, pero no para las vidas humanas!). Las instituciones tienen que invertir lo que haga falta en inspecciones, leyes, vigilancia, sanciones, para que los patronos no obliguen a sus trabajadoras a jugarse la vida.
Y, los sindicatos. Un responsable de uno de los mal llamados mayoritarios ha declarado hoy, literalmente, “que espera que este año se tomen las medidas necesarias para que no se trabaje en horas intempestivas”. ¡¿Eso es todo lo que puede hacer un sindicato?! O ponerse mañana tras una pancarta, en la que también estarán las autoridades que se pasan por el forro las leyes y la humanidad, pidiendo que no haya más muertes. Sinceramente, eso, y rezar en una iglesia para evitar los accidentes, para mí, es lo mismo.
¿Para cuándo piquetes con los miles de liberados en los tajos impidiendo que las personas trabajadoras se jueguen la vida a diario? ¿Para cuándo ni una firma de convenio, acuerdo, colaboración o festejo con patronal o gobierno mientras no se ponga lo que haga falta para evitar muertes? ¿Para cuándo volver a ser sindicatos? Sé que estoy siendo injusto con algunos, pero creo que todo el mundo sabe a quién y a quién no me refiero. Claro, luego se sorprenden de que, en Extremadura, los propios jornaleros, sin cobertura sindical, hayan iniciado una huelga indefinida. “Son ilegales”, les dicen. Pero, aunque los sindicatos al uso “aconsejan” hacer caso al patrón y luego protestar, estas gentes dignas y luchadoras han decidido que, a lo peor, cuando protesten, ya la han “espichado”.
Hoy no habrá ningún miembro del trío ultraderechista con la bandera de España lamentando la muerte del chico de 17 años de Córdoba. “Son cosas que siempre han pasado y no tienen remedio”, dirán. Eso sí, seguirán que si Otegui, que si Zapatero negoció con ETA, que si los catalanes son unos golpistas,… Lo cual demuestra que, hasta en los muertos, todo es un concepto de clase: mis muertos, los que mató ETA, valen 1000 veces más que los que mueren por trabajar en condiciones de esclavitud o los que mataron sus antepasados en el golpe de Estado del 36 y el resto del período franquista.
Muy de acuerdo con el artículo tan solo un inciso. Todas las personas que trabajan en un sindicato mayoritario no son iguales, hay quien trabaja por los trabajadores,
La pregunta del montón ¿Qué nivel de estudios tienen los de enlace de comité? ¿Tienen un mínimo de comprensión lectora ante los convenios que se firman?