El pasado día 12 de febrero pudimos ver en la gala de premios de los Goya distintas obras ganadoras pero hoy hablaremos de una de las perdedoras. Chavalas estuvo nominada a Mejor Dirección Novel en los Goya 2022 (el cual obtuvo Libertad de Clara Roquet) y se alzó con tres galardones en el Festival de Málaga, entre ellos el Premio del Público. La ópera prima de Carol Rodríguez Colás presenta el viaje emocional de la fotógrafa protagonista Marta (Vicky Luengo conocida por la serie Antidisturbios) y de cómo, tras quedarse en paro con 27 años y con la maleta a cuestas, tiene que regresar de Barna a la casa de sus padres en el barrio de Cornellá donde se va a reencontrar con sus viejas amistades de la adolescencia, hechos que le van a hacer encontrar su verdadera identidad e inspiración, encontrando por fin su lenguaje como artista y, por supuesto, su mejor foto. Cabe destacar que pese a ser el primer largometraje de la directora es conocida por la sitcom Baño compartido (2019, TVE), por la dirección de cortometrajes y documentales como La vella lluita (2020) o Superchavalas (2017) y por sus exposiciones fotográficas en museos y galerías de Madrid, Barcelona y País Vasco.
Con un tema principal como es la precariedad laboral de las nuevas generaciones y en especial, de las profesiones relacionadas con el mundo artístico, la obra audiovisual no va a dejar de lado otras problemáticas como la migración de los barrios de la periferia a las grandes ciudades para la búsqueda de trabajo y el éxito personal, la incapacidad que muchos jóvenes tienen de poder costearse una vivienda propia e incluso la superficialidad y postureo de las redes sociales. Así mismo, hay que señalar que Chavalas nos habla de amor pero de un amor diferente al habitual y romántico que nos suele presentar Hollywood ya que en esta ocasión se trata de un diálogo sobre la amistad y cómo esta va a prevalecer a pesar del paso del tiempo y de los cambios personales, encontrando el apoyo de estas cuatro amigas como base para su propio crecimiento personal.
Pese a que la directora nos presente la visión de Marta, nos encontramos ante una película que podemos categorizar como coral, ya que, además del propio barrio, las amigas de la infancia de esta también van a entrar en juego: la alocada Soraya (Ángela Cervantes conocida por Donde caben dos), la transparente Desi (Carolina Yuste conocida por Carmen y Lola) y la entrañable Bea (Elisabet Casanovas conocida por la serie Merlí). Y, aunque bien es cierto que solo encontremos arco evolutivo en Marta, todos los personajes presentan cierta evolución paralela. Además, si bien es cierto que nos encontramos con un arranque de película bastante irregular, es gracias a la espontaneidad, naturalidad y frescura de las actrices lo que hace que no queramos despegarnos de la pantalla, pudiendo así disfrutar de la segunda parte del filme donde verdaderamente comienza a enganchar la obra.
Marta se encuentra atrapada y cree que su éxito en el mundo laboral se basa en exponer en una galería prestigiosa de Londres o en codearse con la gente más trendy del mundillo artístico pero poco a poco se da cuenta de que este mundo está lleno de falsedades -y de resacas- y, enfrentándose junto a sus amigas -y también contra ellas- a los distintos problemas que la obra plantea, poco a poco este grupo de amigas se ayudará a tomar decisiones importantes para la vida de cada una y sobre todo, a que Marta pueda reencontrarse consigo misma y logre encauzar su carrera profesional. Un equilibrio perfecto entre la comedia costumbrista y el drama social nos hace conectar e identificarnos con unos personajes que, si bien, plantean ciertos dejes arquetípicos en ciertos momentos -hecho unido al sencillo guion y a la cierta escasez de producción-, nos presenta un alegato alejado del panfleto feminista a favor de la imperfección -lo cual podemos ver incluso a través del diseño de vestuario de la protagonista-, de la locura y de cantar a pleno pulmón Quiero tener tu presencia (Seguridad Social, 1993) o emborracharte con chupitos de tequila e ir a por churros al amanecer. Cabe indicar que empero la directora señale que la obra trata de alejarnos de los estereotipos y clichés que solemos tener sobre los barrios de extrarradio (llenos de yonquis o quinquis, barriobajeras, canis y chonis con animal print), aunque algunos de ellos, sobre todo los de tipo clasista, siguen presentes en la obra.
Llega un momento del filme en el que Marta no sabe ni ella misma quién es ni nadie a su alrededor y no es que se avergüence de sus amigas, es que incluso ser avergüenza de sí misma, momento en el que decide cambiar su visión por completo. Así, Marta, pese a renegar en un primer momento de sus orígenes, vuelve a conectarse y reencontrarse con ellos de una forma diferente gracias a estas locas amigas, pasando así de la de la frustración por el fracaso y del miedo a la aceptación al orgullo de venir de donde viene, teniendo ganas de quedarse en Cornellá y en el estudio fotográfico del personaje de José Mota y a la vez de volverse a la gran ciudad con Lili (Ana Fernández), pudiendo recordarnos a obras como Viaje al cuarto de una madre (Celia Rico, 2018), La inocencia (Lucía Alemany, 2019), El arte de volver (Pedro Collantes, 2020), Las niñas (Pilar Palomero, 2020) o la serie Valeria (María López Castaño, 2020).
Chavalas nos presenta un retrato generacional desde la sencillez y la cruda realidad de no poder llegar a fin de mes, pudiendo comprobar cómo tanto la directora como la guionista -ambas hermanas- nos van a presentar su barrio, mostrándonos así las distintas realidades de los millennial y hablándonos para ello de la memoria sentimental de la fotografía ya que, va a ser a través de ellas cómo Marta reconecte con su barrio, con su gente y sobre todo, consigo misma. Además, pese a no adentrarse al completo en todas las problemáticas que presenta y quedarse bastante en la superficie de algunas, el filme hace reflexionar al espectador sobre el miedo al fracaso y a no encajar, sobre los prejuicios y es que, tal y como dice el poema que escribe su madre: “si tu sangre está en mis venas, cómo te voy a olvidar”.
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