Juan Rivera Reyes Profesor de Historia y miembro del Colectivo Prometeo
Aunque su actuación al frente del Gobierno de la Comunidad de Madrid da pie a encontrar múltiples “parecidos razonables” no creo que Díaz-Ayuso sea una sádica-psicópata a la que el azar y la mala cabeza del electorado madrileño le entregó el arma para satisfacer su vesania (1).
Al contrario, la veo más como un producto poco elaborado -desde el punto de vista intelectual- del “señoritismo hispano”, ese que lleva como sello distintivo del segmento social el “odio de clase”.
Intento argumentarlo. En el Colectivo defendemos que las clases (privilegiada-no privilegiada/poseedora-desposeída) no solo no han desaparecido sino que en el mundo occidental de hegemonía absoluta del Capitalismo ultraexplotador (permíteme el pleonasmo 2), sin rival desde la caída del muro de Berlín y la aplicación a sangre y fuego del mal llamado “Neoliberalismo”, el abismo que separa al pequeño porcentaje que acumula la mayor parte de la riqueza del resto de la Sociedad se ha agigantado(3).
El problema surge cuando los perjudicados y damnificados por el diseño y reparto lo olvidan. Porque quienes se benefician no lo hacen sino que lo practican en su cotidianeidad al considerarlo un derecho natural del que son dueños simplemente por nacer.
Para ellos sus privilegios de clase lo abarcan todo y -como los del rey emérito- no se pueden cuestionar ni impugnar. A la clase obrera , precarizada y explotada solo le dejan uno: bajar la cabeza –lástima, lamentan, que el proletariado ya no use gorra que se pueda quitar- en acto de sumisión cuando pase la procesión de las vanidades.
Esa creencia de sentirse superior, ese pensar -sin atreverse a verbalizarlo- que los privilegios son un don divino para los de arriba porque estamos ante un orden inmutable, es la que explica el desparpajo de las medidas tomadas por la presidenta de Madrid que se pusieron en marcha el lunes 21 de septiembre. Aplicación práctica del manual de lucha de clases que pasa por el sometimiento absoluto de «los olvidados».
Para entender el contexto conviene tirar de memoria. Ya sabemos que a la Derecha no le gusta que tengamos memoria, y menos histórica, porque no soporta verse en el espejo de la realidad que ha creado. Por eso es obligatorio recuperar las declaraciones efectuadas por Díaz-Ayuso desde el inicio de la pandemia en las que se oponía una y otra vez al Estado de Alarma en nombre de un hipotético recorte de “libertades constitucionales”. Mientras, sin disimulo, jaleaba el intento de rebelión pija de “ los cayetanos” en los barrios ricos.
En esa fase, pese a que el PP llevaba decenios esquilmando el Sector Público madrileño, aún tenía la caradura/coartada de dejar las responsabilidades en el Gobierno central.
Tras la desaparición del Estado de alarma Ayuso y Cía. tuvieron meses por delante para invertir los miles de millones extra que les tocó en el reparto en Sanidad, Transporte, Educación Pública… y prever el repunte que todos los expertos auguraban para otoño.
No lo hicieron así. Al contrario, mantuvieron metros y autobuses hacinados, aulas públicas a reventar en el inicio del nuevo curso, escasez de personal sanitario… pues lo importante era tener curas a sueldo en los hospitales, privatizar rastreadores cuando se denunciaba su ausencia y mantener como mandamiento central el “capitalismo de amiguetes” y mimar a los fondos buitre que por un chavo se apropiaban de la riqueza colectiva.
Y hoy, cuando la pandemia se ha descontrolado, ponen sobre la mesa su capitalismo descarnado: los habitantes de las zonas afectadas y recluidas son únicamente meros peones. Sirven para trabajar desde la madrugada al atardecer poniendo copas, comida, cuidando a los niños o al anciano padre… en definitiva que curren para que la forma de vida de «los ayusos» no se resienta por una ristra de pequeñas incomodidades, pero deben tener claro que al caer la noche volverán a sus modestos hogares, como Cenicientas, en transportes atestados, rozándose a la fuerza unos con otros y autoconfinarse sin rechistar en barrios sin atención sanitaria y pisos de pocos metros.
Esto no es nuevo. Aunque Díaz-Ayuso sea lerda en Geografía, alguien de su entorno con capacidad debería decirle que una ocurrencia similar estuvo en vigor en Sudáfrica desde 1948 y se llamó “ley de zonas”. En ella los negros no podían entrar en áreas blancas sin un permiso o “carnet de pase”. Ese que les permitía trabajar para los blancos y luego volverse a dormir al ghetto. El parecido también es más que razonable.
Decía Benedetti (que hubiera cumplido 100 años hace unos días) en «El Sur también existe”:
“Pero aquí abajo, abajo,
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el Sur también existe”
Pues eso, no lo olvidemos. Ante el odio de clase ofrezcamos a ese Madrid machadiano, rompeolas de todas las Españas, la solidaridad de clase que es la ternura de los pueblos.
Y dos recuerdos. Uno a quienes con su voto desde el sur marginado sostienen el látigo de quien los golpea, a quienes sueñan desde el silencio cómplice con desfiles presididos por el carnero de la Legión. Que elijan el balido que más se adapta a la «marcha de los Borregos» que tanto ensayan.
Y otro para Rosa Parks, la dama de los derechos civiles que el 1 de diciembre de 1955 cuestionó – yendo a la cárcel por ello- las leyes de segregación vigentes en Estados Unidos negándose a dejar en Montgomery ( Alabama) su asiento del autobús a un blanco: “Estaba cansada”
Pues eso, hay días en que la explotación cansa, no se aguanta más el cinismo de los gobernantes y dan ganas de gritar: «Hasta aquí llegamos»
2Redundancia.No existe un Capitalismo que no explote al máximo a las personas
3Para estadísticas, series de datos irrefutables y visión global es más que recomendable la lectura de Piketty, Thomas: “Capital e Ideología” ( Ediciones Deusto)
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