Redacción
El pasado 17 de abril se celebró en Córdoba una interesante jornada sobre Mujer y Sinhogarismo, organizada por la Red CoHabita de entidades que trabajan con personas sin hogar en nuestra ciudad. Abrió la jornada, Tamara Gámez Ramos, una de las pocas expertas que han estudiado la dimensión de género del sinhogarismo en nuestro país, con una brillante intervención sobre el estado actual de conocimiento del fenómeno. Trabajadora Social y autora de un reciente libro que se está convirtiendo en una referencia sobre la materia («Personas sin hogar. Un análisis de género del sinhogarismo»), Paradigma no podía dejar pasar la oportunidad de tenerla entre nosotros para hablar con ella.
– Cuando se habla de personas sin hogar, la imagen que normalmente se asocia a las mismas suele ser la de un hombre y no la de una mujer. ¿Responde esto a la realidad?
Bueno, el sinhogarismo es una experiencia que viven tanto hombres como mujeres, asociar estas situaciones a las vivencias únicamente de los hombres coincidiría con una visión androcéntrica. Esto sería tomar las circunstancias de los hombres sin hogar como la universalidad o la generalidad. Esto es algo que ha venido sucediendo en la comprensión del sinhogarismo por dos motivos: la mayoría cuantitativa de hombres en las situaciones más visibles (alojándose a la intemperie o temporalmente en Albergues), y la ausencia de la perspectiva de género en los acercamientos tanto teóricos como prácticos a estas realidades.
– ¿En qué medida los roles tradicionalmente atribuidos a la mujer en nuestra sociedad influyen en la manera que las mujeres experimentan y vivencian el sinhogarismo?
En gran medida. Un aspecto enormemente relacionado con la importancia del género en el sinhogarismo tiene que ver con la división sexual de espacios. Esta división supone que los hombres hayan sido relacionados con el espacio público y todo lo vinculado a éste (visibilidad, representación, poder, independencia…), y las mujeres con el espacio privado y todo lo que conlleva (afectividad, cuidados, invisibilidad, dependencia…). Así, podemos suponer que una mujer que se encuentra sin hogar, de alguna manera, subvierte esta asociación. Esto es especialmente notable en las mujeres que se alojan en la calle y que son fácilmente visibles. A nivel teórico se indica que ellas son más cuestionadas por encontrarse sin hogar, que en el caso de los hombres, ya que de esta circunstancia se extrae que no están realizando sus roles atribuidos como mujeres en el espacio privado. Se ha podido observar que este es un aspecto determinante que supone que las mujeres vivan con mayor culpabilidad el hecho de encontrarse sin hogar. Por otro lado, cabe destacar que estas mujeres se encuentran más expuestas a la violencia y que, del mismo modo, llegan más mujeres a este tipo de situaciones como consecuencia de la violencia, que en el caso de los hombres.
– Se suele calificar a las personas sin hogar como invisibles, igual que el título de la película protagonizada por Richard Gere donde interpreta a una de ellas. Pero con igual razón, a las mujeres sin hogar se las nombra como invisibles entre los invisibles. ¿En qué medida son ellas invisibles y en qué medida son invisibilizadas?, ¿cuáles serían los mecanismos que invisibilizan más a las mujeres sin hogar?
Esta pregunta podríamos relacionarla con lo anterior. Teniendo en cuenta que las mujeres sin hogar están más expuesta a la violencia y al estigma por el hecho de ser mujeres, ellas hacen todo lo posible por no acabar en las situaciones más visibles de sinhogarismo-que sería el alojarse en la vía pública, por ejemplo-. Así, se ha venido hablando del «sinhogarismo encubierto» como una serie de tipos de alojamiento más característicos en el caso de las mujeres. Me estoy refiriendo a todo lo relacionado con trabajar donde se vive: prostitución, trabajo como interna…, a la vivienda de manera provisional con personas conocidas o familiares, o incluso con personas desconocidas a cambio de acuerdos informales. Todas estas situaciones son situaciones de sinhogarismo según lo indica la tipología ETHOS que es la más extendida en el abordaje de esta cuestión y que, concretamente, evidencia que las mujeres son más representativas en las categorías de vivienda insegura y sin vivienda, en las cuales se encontrarían algunas de las situaciones mencionadas.
Respecto a los mecanismos para invisibilizarlas, podríamos retomar el concepto de androcentrismo para indicar que cualquier invisibilización pasa por no tener en cuenta las experiencias de las mujeres sin hogar. Esto ha venido sucediendo en los acercamientos teóricos, políticas, cuantificaciones, y líneas de intervención; de manera que se refuerza la idea de que las mujeres son una minoría o poco representativas, como si sus vivencias no fueran relevantes.
– Al abordar el sinhogarismo, se tiende a abordarlo como un hecho aislado, único. Pero entidades como FEANTSA proponen el término de exclusión residencial, de modo que el sinhogarismo aparece entonces como la punta del iceberg de un problema de vulneración del derecho a la vivienda mucho más amplio. ¿En ese contexto más amplio, cuál es la dimensión de género?
Es muy importante entender el sinhogarismo conectado con esta vulneración de derechos y con su relación con los mecanismos estructurales; estoy pensando en el mercado de la vivienda, la situación del empleo, las políticas de vivienda social y de garantía de ingresos, el diseño y funcionamiento de las instituciones o entidades sociales (públicas o privadas)…Todas estas cuestiones tienen que ver con el género en cuanto que es algo transversal, que está presente también de manera vertebradora. Un ejemplo puede ser la cantidad de mujeres en situación de tenencia legal de la vivienda, siendo esta muy inferior que en el caso de los hombres, o bien la ya conocida brecha salarial en un mercado de empleo que no valora ciertos trabajos cuando son realizados por mujeres u opera generando condiciones desiguales.
Los pocos estudios que hay sobre el factor de género en el sinhogarismo – entre ellos, el tuyo – indican que las mujeres son minoría entre las personas sin techo porque, aunque padeciendo en mayor medida la exclusión residencial, desarrollan estrategias para evitar acabar en la calle, donde se saben más vulnerables. Pero esas estrategias, aunque buscan reducir el riesgo, no son en muchas ocasiones precisamente positivas. ¿Puedes explicarnos este fenómeno?
En algunos estudios se ha hablado de una mayor recuperabilidad de las mujeres. Esto podría suceder por estas estrategias de evasión de la calle, como bien señalas, o también por las continuas exigencias de ejercer como cuidadoras que les llevan a mostrarse, podríamos decir, como más resilientes. Ahora bien, cabe destacar que estas estrategias son válidas en los entornos de vivienda insegura e inadecuada siempre que las mujeres sean vistas como funcionales, en definitiva: que cumplan con sus roles asignados como mujeres. Esto significa que, por ejemplo, una mujer que consume alcohol a diario sea mantenida en una unidad familiar u otro tipo de alojamiento, siempre y cuando cumpla su trabajo del hogar y los trabajos relacionados con el cuidado, pero no sucedería lo mismo si dejara de realizar estas funciones.
Creo que también es importante señalar que se demuestra en la cotidienaidad de la práctica que cuando las mujeres llegan a la situación de sin techo-esto es, alojándose a la intemperie o en espacios públicos-lo hacen encontrándose más deterioradas. Esto me hace pensar que estas estrategias de sortear la calle también tienen consecuencias personales determinantes y que, en muchos casos, pueden suponer dilatar y agravar la situación.
También hay análisis que apuntan que la falta de políticas de igualdad en la mayoría de los recursos y servicios destinados a personas sin hogar actúan como una suerte de círculo vicioso que refuerza la sobrepresencia masculina en los mismos y aleja a las mujeres. ¿Qué opinas al respecto?
Desde mi punto de vista, esto es cierto en cuanto que son las propias mujeres sin hogar las que lo señalan. Se evidencia en aspectos determinantes como la distribución del espacio, las intervenciones realizadas, el propio diseño de los proyectos…Y supone cuestiones fundamentales como que las mujeres sin hogar no se sientan seguras en este tipo de espacios.
¿Cuáles serían, en tu opinión, las principales medidas a adoptar para que la perspectiva de género se introduzca en el abordaje del sinhogarismo en nuestro país, para que aflore y se visibilice la realidad de la mayoritaria exclusión residencial de la mujer?
A nivel estructural, el cambio debería ser en términos generales, ya que hay muchos estudios que hablan de que el sinhogarismo y, concretamente la calle, es un espejo ampliado de la sociedad. Con esto quiero decir que sería necesario trabajar en mayor medida en términos de igualdad para la deconstrucción de los roles de género y la erradicación de la violencia machista, que se expresan en todas las mujeres y que afectan con especial gravedad a las que se encuentran sin hogar.
Si pienso en propuestas más concretas, ante todo se podría indicar que las medidas tienen que suceder, ampliamente, en tres ámbitos fundamentales: en las políticas sociales, los acercamientos teóricos, y las experiencias prácticas.
En las políticas sería fundamental que se incluyeran las categorías de “vivienda insegura” y “vivienda inadecuada” donde existe un grueso de población sin hogar de la que una gran parte son mujeres. Contamos con una estrategia nacional integral para personas sin hogar (2015-2020) que únicamente se centra en las situaciones de sin techo, y que ni siquiera puede llevarse a cabo con este colectivo ya que no se han puesto a disposición ni las herramientas ni los presupuestos necesarios para ello.
En los acercamientos teóricos es importante reflexionar sobre qué variables utilizamos y cómo se interpretan. No basta con desglosar los resultados por sexo sino que es necesario realizar análisis comparativos. Cabe señalar que es necesario que también en estos acercamientos se represente las categorías de sin vivienda, vivienda insegura y vivienda inadecuada. Esto es especialmente necesario en el caso de las cuantificaciones, ya que nos permitiría acercarnos a un número más real de mujeres en situación de sin hogar.
Para introducir la perspectiva de género en la intervención habría que tener en cuenta aquellas circunstancias que son acuciantes en el caso de las mujeres. También sería importante repensar los diseños de las estructuras y la idenoeidad de los espacios mixtos, por ejemplo.
Sin duda alguna hay una labor muy importante tanto de la parte política, como investigadora y la intervención social; esto es la sensibilización. Sería un cambio fundamental que la sociedad cobrara un papel activo en la exigencia de derechos de las personas en exclusión residencial y que las mujeres fueran vistas y reconocidas dentro de estas situaciones.
He de admitir que queda mucho trabajo por hacer. Pero que muchos de los cambios sociales han nacido de buenas voluntades, y respecto a las mujeres sin hogar cada vez veo que son más, al igual que ellas son más de las que vemos.
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