Javier Marco es conocido desde 2011 por la realización de cortometrajes tan conocidos como La soledad de la Luna (2011), El vestido (2017), Muero por volver (2019), Amianto (2020) o A la cara (ganador del Goya 2021) pero ahora, se ha lanzado junto a su guionista Belén Sánchez-Arévalo a dirigir su primer largometraje, Josefina, el cual, no pasa desapercibido, no solo estando nominado a los Goya al Mejor Director Novel, sino formando parte de la Semana Internacional de Cine de Valladolid y del 69 Festival de Cine de San Sebastián. En este filme nos encontramos a Juan (Roberto Álamo), un solitario funcionario de prisiones, y a Berta (Emma Suárez), una madre que va a ver asiduamente a su hijo Sergio (Miguel Bernardeau) a la cárcel. No sabemos mucho de estos tres personajes -ni al inicio ni al final de la trama- ya que Marco no va a contarnos quiénes, sino que es el propio espectador de forma activa el que va a tener que descubrirlo a través de los silencios, de las miradas y de las mentiras ya que compartiendo sus silencios acabas entendiendo a los personajes. Es así cómo el espectador va por delante de los personajes -o eso piensa- ya que nos encontramos con un excelente y desconcertante final que nos lleva a sopesar la verdad de las mentiras.
Un pretexto idóneo para mostrar la salvación a través de la sencillez de guion, de la humanidad y de la compañía flemática que, nos cuenta una historia de personajes que, pudiendo parecer banal y cotidiana, cala por dentro al mostrarnos una problemática tan importante como lo son las carencias emocionales y afectivas (comunicación, soledad…), el derecho a volver a ser feliz a través de la redención y la impotencia por no poder ayudar a nuestros seres más queridos. Para mostrar todo esto es imprescindible la fotografía de Santiago Racaj que no solo nos muestra acciones tan cotidianas como cenar un trozo de tortilla recalentado en la cocina, esperar al autobús o pasear al perro -actividades tan banales pero necesarias para describir psicológicamente a los personajes- sino que lo hace a través del color desteñido y mediante el uso de la cámara estática donde enmarca a los personajes en habitaciones tan vacías como su interior, pudiendo comprobar así cómo los propios espacios engullen en ciertas ocasiones a los personajes que se encuentran perdidos. Aunque, hay que indicar que si bien Josefina parece un filme completamente triste, encontramos ciertas pinceladas de humor que acaban de completar la historia de esta película producida por White Leaf Producciones en coproducción con Hoja en blanco AIE y en asociación con Featurent y distribuida en España por Super8.
Un filme donde, al carecer de los numerosos diálogos a los que estamos acostumbrados -en esta ocasión dicen más las miradas e incluso los objetos- y contar con tantos espacios argumentales y ausentes de información, necesita de unos actores transparentes y creíbles y en ese aspecto Josefina lo borda. Para ello cuenta con unas interpretaciones contenidas, pudiendo encontrar la propia evolución de los personajes gracias al uso de los primeros planos en su forma de mirar -y de mirarse- en una historia de amor volátil y con subtítulos donde las emociones traspasan la pantalla y dejan reflexionando al espectador.
Una obra catártica donde dos almas solitarias se van a unir para curar sus heridas a través del silencio y de una banda sonora basada en la obra del compositor Johann Sebastián Bach, la cual actúa como signo catalizador emocional del relato. En este punto hay que indicar que, pese a presentarse una trama contenida y un ritmo pausado al no contar con giros drásticos ni sobresaltos, Marco introduce diversos detalles que presentan cierta ambigüedad e incluso, surrealismo, dejando así que sea el propio espectador el que concluya ciertas situaciones que no se ven pero se intuyen en la pantalla y ahora, fuera de ella -hecho característico en algunas de sus obras- ya que la semilla de la duda sobre lo que el director nos cuenta se siembra en los primeras secuencias de la película y nos deja con ganas de más, haciendo que vuele nuestra imaginación. Abnegación a través de la sencillez de la `verdad´ que reflexiona, a través del vacío existencial del silencio, sobre la soledad en la que están inmersas muchas personas hoy día y donde la cárcel, lo cual se representa perfectamente mediante la metáfora de la cárcel.
0 comentarios