Corren ríos de tinta para despedir a Julio Anguita, en un mes de mayo que en su Córdoba se ha tornado gris en medio de tanta tristeza; es cierto, hoy no sale el sol ni aunque quisiera. «Se nos ha ido como del rayo» uno de los mayores referentes políticos de la izquierda que ha dado este país. Pero no, no ha muerto, porque no mueren los maestros, ni los versos de un gran poeta, ni los recuerdos de aquellos y aquellas a quienes tanto queremos. Nos deja toda una serie de referencias, de caminos, de lecciones valiosas para continuar en una lucha por la que él ha dado la vida. Y ese es el homenaje que quiero, desde mi modesta reflexión, rendirle.
No pretendo en este artículo hablar de su vida política, de sobra conocida por obras como Atraco a la memoria, que escribe junto a Juan Andrade. Diálogos tan interesantes como los que establece con el politólogo Juan Carlos Monedero en el libro: Conversación entre Julio Anguita y Juan Carlos Monedero: A la izquierda de lo posible, o quizás su obra en el que condensa buena parte de sus ideas políticas: Combates de este tiempo. Lo que pretendo más bien, es extraer de manera resumida alguna de esas ideas que nos deja y que deben ser útiles para la juventud española.
La primera vez que me encontré con Julio, fue a través del vídeo de su famoso discurso en Badajoz en 1999, apenas tenía quince años, y ese discurso lo había dado cinco años después de que yo naciese. Quedé impresionado por aquella suerte de clase magistral en la que empezaba hablando del juicio a Galileo Galilei para hablar de la rebeldía, entendiéndola como una expresión causada por una profunda reflexión previa. Para cambiar el mundo, es necesario entenderlo y para ello, debemos estudiar y conocer los entresijos del sistema. Terminaba haciendo un alegato a la lucha incansable y con un: «No me da la gana de decirle que sí a esta situación» que ponía la piel de gallina.
Julio Anguita ha sido el maestro de varias generaciones, y no sólo por su profesión, sino porque interpelaba a toda la ciudadanía en cada una de sus apariciones: hablaba de las pensiones, de la mujer, de la clase trabajadora y de manera muy directa a la juventud, a quienes nos dijo que no tendríamos futuro si no luchábamos por él, si no nos organizábamos y tomábamos consciencia como sujeto relevante en las decisiones políticas y en lo común.
Muchos y muchas de las que ahora son más jóvenes, verán casi con estupor, cómo una gran parte de este país llora a un hombre que fue humanista, idealista y sobre todo comunista, tan denostado calificativo en estos tiempos de incertidumbre, el mismo que Julio llevaba grabado en la sangre. Y es que el «Califa Rojo» un voraz lector, entendió de manera muy precisa a los clásicos, a la Ilustración y finalmente a una tradición del marxismo que tenía que ver con esa idea de Carlos Fernández Liria del orden republicano como fin último del comunismo. Ya lo dijo Julio, «ser comunista en España es llevar la democracia hasta sus últimas consecuencias, así como ser de izquierdas es pensar que todos y todas somos iguales económicamente hablando».
Pero que no se dejen engañar por este amor sobrevenido, en la mayoría de los casos sincero, pero en algunos otros expresado a regañadientes. Julio se convirtió durante los primeros ochenta en el único político que señalaba al poder con el dedo, lo nombraba y lo ponía contra las cuerdas, tanto es así que las cloacas de una democracia todavía naciente, se pusieron manos a la obra para lapidar la figura de un político que hablaba a la gente con afán de enseñar, de hacerles pensar, pero además, con la firme intención de que el pueblo se organizase y actuase. Lo machacaron por defender que el orden constitucional y el estado de derecho eran incompatibles con la sociedad de mercado, pelotazo y privatización que entonces se estaba gestando. Los medios de comunicación como El País lo atacaron de forma agresiva, creando fake news, tan famosas en este tiempo nuestro, para desacreditarlo y hacerlo ver como un iluminado predicando en el desierto.
Pero ¿por qué cuento esto si pretendo dirigirme a los jóvenes? Debemos entender por qué Julio Anguita produjo tanto nerviosismo en el poder, para aquellos y aquellas jóvenes que ya nos hemos politizado, el maestro nos enseñó que debemos cuestionar las «verdades institucionalizadas» las nuestras propias y las del adversario, tener la respuesta a todo no es una opción, Anguita tenía la mente de un adolescente, siempre dispuesto a aprender y a entender lo que pasaba a su alrededor; pensar que ya se sabe todo inmoviliza, nos hace torpes en el análisis y si no hay un buen diagnóstico no habrá una buena receta.
Decía el maestro Jesús Ibáñez que «toda revolución es antes una gran conversación». Para Julio la rebeldía no era más que el resultado de una profunda reflexión, del conocimiento exhaustivo y pormenorizado del enemigo y de nosotras y nosotros mismos, que nos llevaba consecuentemente a la denuncia del adversario con el fin de la construcción de un nuevo proceso constituyente.
En relación con lo anterior, decía, no debemos equivocarnos nunca de adversario, los enemigos son los poderes fácticos, los poderes económicos, el Ibex 35, todos aquellos que apuntalan el orden capitalista, que construye la desigualdad de nuestro pueblo. Entre otros motivos, por éste, crea el Frente Cívico, en el que intenta generar mayorías en torno a un proyecto compuesto por diez puntos capaces de generar consensos. Esto es, la consecución de la centralidad del tablero y el principal objetivo, a su entender de la izquierda, sumar mayorías, o lo que es lo mismo, entender que las diferencias entre los movimientos emancipadores no podían llevar a la escisión, la identidad no debía superponerse sobre el fin último de la búsqueda de la justicia social. Este consejo también podía servir para algunos y algunas no tan jóvenes.
Interpretó la memoria como un motor que debía ser útil para la actualidad. Como buen historiador, entendió aquello que decía Juan Andrade de que «toda historia es contemporánea en tanto que se hace desde el presente y con las inquietudes del presente» esto es, tenía una forma de entender la república no como una exaltación de los símbolos de 1931, sino como un instrumento útil para construir una III República sobre debates de nuestro tiempo. Además, la nueva República no debía pasar de manera exclusiva por el hecho simple de apartar al monarca para poner a un presidente, sino que ésta debía ser la «guinda» de un pastel completo que sería a construcción de un sistema basado en la justicia social, la igualdad y sobre todo la fraternidad, así lo deja escrito en su libro junto a Carmen Reina, Conversaciones sobre la III República.
Julio Anguita, como buen maestro, nos ha dejado muchas tareas que hacer a la juventud, lo decía Manolo Monereo al final de su último artículo, Julio, dolor y rabia, refiriéndose al manifiesto que Anguita encabezaba con el Colectivo Prometeo de Córdoba, El hoy y el mañana: razones para nuestro compromiso, refiriéndose a él como su «testamento» y a nosotros y nosotras como sus «legatarios».
Después de haber vivido dos crisis, nos quedará por delante la tarea de una lucha hostil, la organización y la preparación deberán suponer una constante en nosotros y nosotras si queremos recuperar esos espacios perdidos, sin la posibilidad de emanciparnos, sin la oportunidad de acceso laboral a trabajos con un mínimo de dignidad, nos quedará la organización social y el recuerdo de las palabras de Julio Anguita como ánimo de cohesión entre los movimientos, como aliento con ánimo de lucha y preparación incansable. Puedes estar tranquilo Julio, danos un tiempo para llorarte y podemos prometerte que volveremos a la carga. Porque fuiste, somos.
PD: Un abrazo y mucho amor, para familiares, amigos y compañeros.
Gracias por tu excelente artículo. Me a tu sentir a esa lucha pacífica de un pueblo Unido en pos de la justicia social.