Jorge Alcázar. Frente Cívico. Colectivo Prometeo
Datos, datos y más datos, expuestos por todos los colores y pulsiones, encajonados en estudios, ensayos, noticias o libros; datos que se rebelan tozudos cuando se quiere construir un relato alternativo a la realidad económica y social que viven las gentes de este país y que, por mucho que se los ignore o manipule, tienen la contundencia y rotundidad que día a día edifican las pequeñas o grandes tragedias encarnadas en los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Datos como los contenidos en la encuesta realizada por el Observatorio de Empleabilidad y Empleo Universitario[1], que revelan que la mitad de titulados universitarios de máster están desempleados, que uno de cada tres cobra menos de 1.000 euros, y que sólo uno de cada seis cobra más de mil euros.
Al igual que ocurre con todos los datos, que no son abstractos como elementos de un conjunto numérico, estos son y deben ser interpretables, pues ocurren dentro de un contexto, en este caso social. Hagamos pues una interpretación de los mismos hilándolos con otros muchos que nos dejan estos días, a fin de darles cobijo y vestimenta.
La inversión pública dedicada a la formación de un alumno/a universitario titulado con máster puede desglosarse como sigue: 6.000 euros/año en la etapa de primaria; 8.000 euros/años en la de secundaria; 10.000 euros/año en el grado; y 11.000 euros en el máster. Lo anterior, de forma aproximada, da la cantidad de 140.000 euros. Tomando los datos de la encuesta, esto significa que de la inversión pública destinada a la formación el estado apenas recupera, en forma de cotizaciones e impuestos varios,una pequeñísima parte de lo invertido. ¿Quién acumula la gran parte de la riqueza generada por esta inversión? El sector privado es el que sustenta la mayor cuota de rédito dado por esta inversión, al aprovechar las capacidades de este colectivo bien formado, joven y con necesidades perentorias.
Al establecerse un conjunto cualificado muy numeroso, las empresas acceden a un mercado laboral en el que tienen la seguridad de contar con unos futuros activos en los cuales la inversión en formación es mínima, mientras que las posibilidades que ofrece el alto grado de cualificación de los futuros trabajadores/as es máxima. Si a esto sumamos que en un contexto de altas tasas de desempleo juvenil (38’6 por ciento, casi el triple que la media de la OCDE[2]), de desempleo universitario (11’6 por ciento frente al 6’3 de la media europea[3]) y de desempleo generalizado (17’1 por ciento, dentro de los tres países europeos con mayor tasa[4]), se produce la creación de una gran bolsa de desempleados, la tendencia lógica del sector privado es la del abaratamiento de los salarios y la precarización laboral, lo que viene animado porel rol desempeñado por los diferentes gobiernos (conservadores y socilademócratas) como legisladores en materia laboral, rol que ha privilegiado las condiciones del lado de la patronal, inclinando la balanza en contra de los intereses de los trabajadores. Por tanto, nos encontramos con tres elementos en nuestro análisis: 1) alto grado de formación; 2) grandes tasas de desempleo, y; 3) marco legal desfavorable hacia los trabajadores.
Pero este análisis se quedaría corto si no echamos una mirada detenida a ese 17 por ciento de titulados superiores cuyos sueldos superan los mil euros. El Plan Bolonia trajo a las universidades españolas el cambio de modelo en las enseñanzas universitarias. Antes de este, un alumno culminaba su formación integral a través de su Licenciatura o Diplomatura, quedando la ampliación de formación y conocimientos específicos indicada únicamente para aquellos/as que decidían y podían –por méritos académicos- incorporarse a la carrera investigadora a través de los programas de doctorado. Este modelo proveyó a España de las más altas cotas de cualificación en disciplinas tan variadas como las ingenierías, las humanidades o las ciencias sociales, exactas y de la salud. Después del título universitario esperaba directamente el mercado laboral. Una vez incorporados al Plan Bolonia, el grado ha pasado a suplantar, de manera engañosa, a las antiguas licenciaturas. Nuestros estudiantes presentes se encuentran ante el muro que supone la insuficiencia de formación que aporta el grado, por lo que se produce un primer filtrado a través de los estudios de máster. Más caros y extensos en el tiempo, constituyen un embudo difícil de pasar para aquellos/as que económicamente no pueden asumir los precios de los mismos, situándose de media entorno a los 2.500 euros[5]. Pero además, este embudo presenta diferentes niveles de filtrado. En este estadio, el prestigio cobra una dimensión que hasta este momento del proceso no era tan relevante. El grueso de la enseñanza universitaria en España es pública (sólo el 13 por ciento del alumnado universitario estudia en universidades privadas), lo que unido al distrito único hace posible que aquellas universidades públicas más prestigiosas se nutran de alumnos con altas cualificaciones, en casi todos los casos, de tal forma que el prestigio se consagra a través de la formación, la investigación, el profesorado y el alumnado, en una suerte de meritocracia académica. Pero esto no ocurre ya al nivel del máster. Basta con consultar la lista de másters más prestigiosos ofertados en España[6] para observar que la misma está copada, en un porcentaje muy superior a ese 13 por ciento anterior, por las universidades o centros de estudio privados, en donde un filtro inexcusable es el coste del máster. Por ejemplo, en la rama del Derecho, el Centro de Estudios Garrigues contempla varios de los más prestigiosos, aquellos que abren la puerta de muchas empresas y bufetes, al precio de entre 12.000 y 20.000 euros; y en el campo de las Ciencias Económicas, Deusto destaca con varios másters al coste de entre 9.000 y 16.000 euros. ¿Qué resulta de esto? Resulta que aquellos alumnos/as con altas posibilidades económicas para hacer frente a estas titulaciones entrarán al mercado laboral por la puerta grande, mientras que los que sólo puedan acceder a otros con menor prestigio lo harán por la puerta chica. De resultas de lo anterior, tenemos una situación de elitización económica de la formación universitaria, habiéndose pasado de la meritocracia académica a la económica. Encima de la cumbre se encuentran aquellos que pertenecen a una clase social con alto poder adquisitivo, de tal forma que consiguen, en un mercado laboral saturado y salvaje, los mejores puestos de trabajo. Estos son los que engordan las filas de ese 17 por ciento de titulados con sueldos superiores a 1.000 euros. En un escalón intermedio, aquellos que titulan en programas con menor prestigio –fundamentalmente públicos- y a los cuales sólo les sirve la nueva formación para encontrarse en un nivel de cribado superior a otros que no pueden acceder a este complemento formativo por razones económicas. Así, son cinco de cada seis estudiantes los que acuden a un mercado laboral depauperado en unas condiciones leoninas: formación en prácticas, explotación de la jornada laboral, sueldos ridículos, inestabilidad, temporalidad, desempleo, etc.; mientras que una élite económica ocupa las pocas plazas que todavía dignifican el trabajo en un mercado laboral como el actual.
La encuesta citada al principio revela realidades que van mucho más allá de las cifras iniciales. Además de encontrarnos en una situación deplorable en lo que a salidas laborales para la juventud, con mayor o menor formación, se refiere, tenemos ante nosotros una arquitectura económica y social que perpetúa la pobreza, elitiza la educación y la formación, derrocha inversiones públicas, privilegia a las clases consolidadas económicamente a la par que castiga a las clases trabajadoras, y establece un modelo de desarrollo económico, social y cultural endogámico, en el que las clases situadas más arriba de la pirámide social renuevan una y otra vez su posición de control y privilegio, de tal forma que nos situamos en un sistema estratificado en el que aquellos no titulados de máster o titulados sin empleo conforman un ejército académico de reserva, estrato más bajo que objetiva a la baja las condiciones laborales, ya de por sí precarias, de los situados en el estrato inmediatamente superior, esto es, los que hoy trabajan por sueldos miserables y en total precariedad; situándose en el tercer estrato se encuentran las élites académicas constituidas por esa suerte de estudiantes con posibilidades económicas para “comprar” la titulación que les da acceso al paraíso laboral.
Pero esto no es fortuito ni casual, sino todo lo contrario. Se trata de una ideología pura y dura que se ha ido filtrando durante las últimas décadas en el imaginario colectivo. Ideología que está produciendo, y de seguir así producirá, aún mayores brechas en la sociedad española. Basta acudir al respecto a las declaraciones del Presidente del Gobierno, sr. M. Rajoy, en las que animaba, semanas atrás, a las familias españolas a ahorrar para pensiones y para la educación de los hijos. Merece la pena, por tanto, que nosotros, los hijos e hijas de los trabajadores/as, los padres y madres de los estudiantes futuros y, en general, todos aquellos que no somos élite económica, hagamos una reflexión en este sentido y opongamos a esta realidad impuesta en pos de su beneficio, nuestras necesidades, demandas y derechos, para construir un mundo más justo, solidario y asumible.
[1]Un proyecto de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (Crue), laCaixa y la Cátedra Unesco de Gestión y Política Universitaria de la Universidad Politécnica de Madrid.
[2]http://www.rtve.es/noticias/20170911/espana-lidera-paro-juvenil-ocde-casi-40-jovenes-desempleados/1612340.shtml.
[3]http://www.eldiario.es/economia/desempleo-universitario-Espana-segundo-UE_0_636586752.html
[4]https://www.20minutos.es/noticia/3024876/0/revelador-mapa-cromatico-desempleo-europa/
[5]https://www.coinc.es/blog/noticia/precio-masteres-espana
[6]https://www.mastermania.com/noticias_masters/ranking-de-los-mejores-masteres-20172018-segun-el-mundo-org-4683.html
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