Es lo que siento al conocer que doce años de consenso en Córdoba en torno a la condena a la violencia de género acaban de ser rotos por quienes han venido, con la careta quitada (otros aún la siguen llevando), a impugnar los derechos humanos fundamentales.
Hoy, un partido ultraderechista como VOX, que está ya presente en nuestro Ayuntamiento, ha votado en contra, por primera vez en doce años, de una moción que condena la violencia de género. Es el negacionismo troglodita aplicado, en esta ocasión, a algo tan sensible, tan lógico, tan humano, como ir contra la violencia que sufren las mujeres que, año tras año, sigue batiendo récords de asesinatos por parte de hombres. Sin contar las múltiples formas de machismo que no llegan a ese extremo. Una vez más, vuelven a aducir que “están en contra de toda violencia”, cuando saben perfectamente que, de mujeres a hombres, esa violencia es nula en la práctica, como dice la propia judicatura que, ¡para qué nos vamos a engañar!, una institución muy feminista no es.
Llevo mucho tiempo acordándome de las condenas y los actos de homenaje que, cada vez que había una víctima de ETA se hacían en las instituciones y en la sociedad. Esta gente, que, según alardea su líder, fue la principal afectada por aquellos atentados, tienen, claramente, una doble vara de medir. ¿Se imagina alguien que peine canas, como es mi caso, que, en alguna de aquellas mociones que se presentaban, algún partido votara en contra? No ya en contra, simplemente que presentara alguna coma (que, ¡vaya si había comas que poner!) como enmienda. Hubiera sido llevado al paredón por los mismos que hoy votan en contra de las mociones contra el terrorismo machista. ¿Se imaginan que alguien hubiera llevado en aquellas concentraciones una pancarta alternativa, como hizo Ortega-Smith en Madrid en un acto contra la violencia machista? Son los mismos que, con careta o sin ella, siguen defendiendo el franquismo y se oponen a la recuperación de la memoria histórica y de las víctimas tiradas aún en cunetas y fosas comunes. El olvido, para ellos, significa honor para los suyos, desprecio para los demás. Es la superioridad moral a la que no quieren renunciar. Es la intolerancia a la que no quieren renunciar, acusando de ella a quienes la sufren.
Lo ocurrido esta mañana nos ha dado, además, para un momento tragicómico cuando la representante de este grupo, la ex PP Paula Badanelli, encima mujer, ha tenido la ocurrencia de acudir a un tópico de esos que tanto gustan desde la caverna política y social. Badenalli ha dicho “que están contra la moción porque «los lazos no salvan vidas”. Eso sí, si te envuelves en una bandera de España, ¡oye, agua bendita!, nunca mejor dicho. Todo se arregla: los desahucios, el desempleo, la marginación, la inmigración, la corrupción, … hasta el problema catalán … ¿o quizás no?
Esta gente, que dice que los hombres, con las leyes que protegen a las mujeres del machismo patriarcal que empapa a la sociedad española, se sienten marcados como perversos de antemano, se olvidan (seguro que no es casualidad) de que, precisamente, eso es lo que ha pasado con nuestras compañeras a lo largo de la negra historia de este país: la mancha caía sobre ellas nada más nacer. Por eso, hoy, más que nunca, quiero mostrar mi solidaridad, mi apoyo incondicional a la lucha de mis compañeras. ¡No os van a parar! ¡No nos van a parar! Porque tenemos la razón, porque no se puede consentir que sigan matando o maltratando física o sicológicamente a ninguna más. ¡Ni una menos, yo te creo!
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