Asociación Cordobesa para la Inserción Social de Gitanos Rumanos (ACISGRU).
Hay desahucios de primera y desalojos de segunda, los de los últimos, los de los innombrables, esos desalojos que despiertan comentarios despiadados -ya era hora, al fin llegó la ley a la ciudad– de los que hielan el corazón. Porque es terrible que te arrojen de la casa en que has vivido, que hombres de uniforme te digan con sus porras que eres nadie, que no mereces vivir ni dormir bajo un techo, por insolvente, por moroso, por incapaz. Pero si has llevado tus trastos y a tu familia a un lugar abandonado, a ese sitio en el que nadie querría dormir ni vivir, a ese estercolero escondido de la ciudad, y hombres de toga y uniforme también te expulsan de él, entonces es que eres un pordiosero, un desgraciado sin nombre, un paria universal, y ya solo te queda rendirte y que el sheriff te ponga las esposas y te lleve al calabozo, a ti y a toda la familia, menos a los niños, que esos merecen especial protección y dan mucha pena en la foto de plano primerísimo. A ellos con seguridad que les darán la cama de un hotel por unos días, hasta que amaine la tormenta, hasta que los medios se aburran de la noticia, hasta que eviten que el Defensor del Menor escriba informes denigrantes de una ciudad, Patrimonio de la Humanidad.
Y entonces cuando ya te hayan vaciado del todo, cuando no te quede de humano ni la piel quizás venga alguien a decirte aquella cita evangélica, intertextual y en versión libre, «hasta los zorros tienen madrigueras y nidos los pájaros, pero muchos hijos de mujer siguen sin tener donde reclinar su cabeza».
Y tú serás de los pocos que la entiendan.
Fuente: ACISGRU.
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