Hace unos días leíamos en la prensa escrita afín al actual ejecutivo andaluz, que el Consejero de Educación y Deporte, Javier Imbroda, salía a la palestra con una frase categórica y llena de osadía: «No sé en qué momento se le ocurrió a alguien separar ambos ciclos», se atrevió a decir en voz alta delante de un público que no dejaba de salir de su asombro y en alusión a que haya una etapa de Educación Primaria y otra de Educación Secundaria que se imparten en distintos centros. En todos, salvo en algunos casos de la todo poderosa y blindada escuela concertada y privada.
La respuesta al melillense es sencilla: “La ocurrencia es, entre otros, de un tal Piaget”. Este señor, el tal Piaget, es un respetado psicólogo suizo que, entre otras, aportó una propuesta de estadios del desarrollo infantil donde señala los doce años como edad de cambio entre el pensamiento lógico y el pensamiento abstracto, lo que él denominó estadio de las operaciones concretas y que va desde los 7 a los 12 años; y estadio de las operaciones formales, a partir de los 12. Es decir, una evolución del pensamiento infantil.
Este titular, que parece sacado de la fase de postre de una de las futuras cenas navideñas y familiares, tiene todavía más peso porque lo dice el máximo responsable de la Educación andaluza. Un responsable que cursó los estudios de Magisterio en los años ochenta y que se doctoró en Gestión Deportiva casi treinta años después. Un responsable que demuestra la necesidad del reciclaje de los docentes y de nuestros gestores políticos para no incurrir en frases lapidarias y que generen tanto ruido en la sociedad.
Esta pregunta indirecta incita a un debate sobre cómo se organizarían esos macrocentros, qué oferta educativa podrían ofrecer al unificar alumnado de distintas etapas, dónde se producirían esos agrupamientos masivos, …
Actualmente contamos con una red de institutos de titularidad pública, que no sostenidos con fondos públicos, que cuentan con una oferta educativa amplia capaz de atender la diversidad de las aulas. Una red que es garantía de éxito.
La calidad en la educación se basa en poder dar respuesta a la totalidad del alumnado independientemente de sus características individuales, sin necesidad de homogeneizar, sin uniformidad, sin espíritu competitivo en etapas de formación obligatoria y con gestores que conozcan la realidad más allá de conversaciones propias de otros lugares ajenos a la educación.
0 comentarios